Todo apuntaba en mi casa para que yo, aquel que más discutía en su casa, hablando con familiares y amigos, quería saber todo lo que estaba pasando. Los tantos misterios, que en el mundo nos rodean, aumentaban más mi curiosidad, para rápidamente, tener una respuesta desde el principio del mundo, hasta los grandes designios de Dios y el control de la naturaleza.

Pero creció más mi curiosidad, al ver llegar a mi casa, familiares médicos que tenían la propiedad de tratar a los enfermos, en medio de decisiones de intervenciones quirúrgicas o conductas sanitarias. De estas últimas, la más importante la del lavado de manos, enseñada desde pequeño en forma permanente y sin discusiones.

El Derecho, una posibilidad para continuar mis estudios superiores quedó a un lado, tres abogados en mi casa ya era suficiente. Al final, me decidí por aprender Medicina, la que me permitiría ayudar, tratar y manejar, esas personas que en ocasiones deambulaban sin ayuda.

Mi fortuna, empezó a crecer en conocimientos, cuando ingresé, a la alma mater, Universidad de Antioquia, Facultad de Medicina, en donde los costeños, no alcanzábamos ni al 1 %, recibidos con recelos, pero, amados después como hermanos paisas.

En ese claustro, y principalmente, en su Hospital San Vicente, de estilo europeo, en su mayoría de un solo nivel, con grandes espacios y circulación, para que los pacientes respiraban un aire puro, vieran la naturaleza, y admiraran su hermosa fuente, con caídas de aguas cristalinas.

Cualquiera estaría contento en estos hospitales de la época, que me recuerdan mi siguiente hospital, el San Juan de Dios de Santa Marta, ambos hospitales de caridad, es decir para personas sin recursos, responsabilidad del Estado en un 100%, hoy cambiados por centros comerciales, que lo primero que le preguntan a los pacientes es qué EPS, prepagada o seguro tienen. Aquí empieza la diferenciación, inequitativa, del manejo de los enfermos, empieza la comercialización o el negocio de la salud, encarecida, no por los profesionales de la salud, que se quemaron las pestañas, sino por los mercaderes de las vidas de los demás.

El personal administrativo o de logística se constituye en alrededor de un mínimo del 80% de los gastos, y los servicios se encarecen cada vez más. Personas ajenas, ven en la Medicina, el negocio más rentable del momento.

La estructura financiera cada vez es más costosa, mientras tanto los médicos que llevamos el trabajo directo y fuerte, amantes de la ciencia, permanecemos con pagos o salarios injustos, y solo aquellos, que logran ingresar al negocio, participan de una mejor rentabilidad.

Mientras tanto, recuerdo a uno de mis profesores, “el futuro de la medicina, es la ganadería”, es decir, aquel que en forma colateral logra negociar con el ganado u otro negocio.

Hemos pasado de un sistema de caridad, a otro, que pudo ser ejemplo, si no le llega como el comején, la corrupción. Donde los médicos ya casi no participamos, a pesar de llevar el 99% del trabajo.

Para quienes como yo hemos aguantado este sistema esclavizante, ingrato y mal pagado, nos queda, agradecerle a Dios la posibilidad de poder ayudar a tanta gente que nos necesita, con la resignación y la esperanza, de que los próximos tiempos sean mejores y, podamos celebrar el Día del Médico, sobreviviendo a los maltratos desagradecimientos y ofensas universales, en los que la gente solo se acuerda, a veces, en sus malos momentos de salud.