Las redes sociales transformaron el mundo: cambiaron como nos comunicamos, ampliaron el acceso a la información y redefinieron cómo nos relacionamos con los demás.

Todos estos cambios han traído consecuencias para la salud mental, especialmente de los jóvenes. Por eso el debate sobre el uso de las redes en menores se viene dando desde hace mucho tiempo, pero por primera vez un país, Australia, se atrevió a regularlo de manera pragmática con un mensaje claro: el gobierno va a cuidar a sus niños y a apoyar a los padres en una tarea cada vez más difícil.

La realidad es irrefutable y quienes somos padres lo vemos todos los días. Un estudio del departamento de salud de EE. UU., mostró que el 95% de los adolescentes usan redes sociales, y hasta un 40% de niños entre 8-12 años. De ese grupo, un 46% reportó que las redes les causan complejos sobre su imagen y un 64% admite que han sido expuestos a comentarios negativos o de odio.

Con estas cifras, es incomprensible que aún existan debates sobre el tema. ¿Cómo puede un padre, un congresista o un profesor oponerse a una regulación que ayude a proteger a los niños? Nuevamente el ejemplo de Australia es clave; el camino está en colocar la responsabilidad en las plataformas.

Si estas no implementan restricciones de edad para que esos menores de 16 no accedan a ellas, enfrentarán multas millonarias. Un alivio para los padres que muchas veces no pueden controlar completamente el contenido al que acceden sus hijos.

La evidencia del impacto que tienen en la salud mental, en temas de adicción y los efectos emocionales de esa dependencia a las redes es clara, por eso como padre me cuesta entender los argumentos a favor de su no regulación.

Dicen que son una herramienta educativa; pero no son la única, ni la mejor antes de los 16 años, porque incluso si hay contenido útil, está mezclado con material inadecuado que los menores no están preparados para discernir.

Otros defienden su capacidad para conectar a los jóvenes, pero ¿las conexiones más valiosas a esa edad no deberían ser con la familia y los amigos, de manera presencial, en vez de vínculos virtuales?

Y aunque también argumentan que el uso de redes promueve habilidades digitales, estas no dependen de la exposición a plataformas sino de un uso guiado de la tecnología.

No se trata de irse en contra de las redes sociales, sino de considerarlas una herramienta delicada que tiene sus tiempos, como un carro, que no se lo entregas a un niño hasta que tiene pase y aprendió a usarlo. No sé qué esperamos en Colombia, donde el debate para regular se acaba de abrir con la propuesta del ministro de las comunicaciones.

Este es el tipo de proyectos que debería pupitrearse en el congreso. Es más el daño que le podemos causar a las nuevas generaciones por la falta de conexiones con otras personas, que lo que ofrece esta exposición temprana a las redes.