Estamos a nueve días de la celebración de Nochebuena, una de las fechas más especiales de la temporada decembrina, cuando la mayoría de las familias andan en pleno corre corre para la compra de los aguinaldos y de los regalos para los niños o en los últimos arreglos para cenas y festejos. Es esta tradición una de las que hace especial este mes por la felicidad que sentimos al compartir la cena navideña y entregarles presentes a los amigos y familiares. Además, acolitar y acompañar a Papá Noel en su titánica tarea de traer regalos a nuestros hijos y nietos.

Sin demeritar la alegría que produce dar y recibir obsequios materiales, es imprescindible recordar que la verdadera y duradera felicidad estará siempre en prodigar amor, solidaridad, bondad, afecto, empatía, gratitud, etc., valores que debemos hacer más exuberantes en este mes pródigo de festejos.

Más allá de su costo, tamaño y vistosidad, los presentes son expresivos del aprecio, el cariño o el amor que se le tiene a alguien y, por supuesto, son recibidos con esos mismos sentimientos, sobre todo, en esta época de unión y de cercanía familiar. Los regalos materiales se consumen y se desgastan rápidamente, mientras que las manifestaciones de estimación, de afecto, de amor y solidaridad se guardan perennemente en el corazón.

La expresión de cariño y amor y, además, los regalos y aguinaldos navideños, de por sí, tienen la fuerza para llevar al máximo éxtasis de alegría cualquier velada familiar, lo que hace innecesario matizarlos con fuegos artificiales, que solo traen quemaduras, intoxicaciones, sufrimiento y muerte.

Estas tradiciones de la Navidad son milenarias, se remontan a la época del imperio romano, cuando su población celebraba sus creencias politeístas con festividades como las saturnales, en época del solsticio de invierno, en honor al dios Saturno, en espera de su favorecimiento para lograr cosechas productivas. Con la entronización del cristianismo, en el siglo IV, el emperador romano Constantino, junto al papa Julio I, establecieron la solemnidad del 25 de diciembre, como fecha conmemorativa del nacimiento de Jesucristo.

Indudablemente, diciembre y sus fiestas constituyen el tiempo ideal para demostrar el afecto por nuestros seres queridos y ser expresivos de la amistad y la solidaridad. Aprovechemos al máximo estos días para entregar amor, cariño, aprecio, fraternidad, entre muchos otros dones provenientes del espíritu y, por supuesto, para deleitarnos de los infaltables buñuelos, natillas, pasteles, pavos, perniles, etc.