La palabra heroína nos recuerda personas que arriesgan su vida por otros, como “Ricaurte en San Mateo en átomos volando”. Hay otras que tienen la estámina para ir entregando la suya a jirones. Es lo que ha hecho María Corina Machado: luchar durante todo este primer cuarto del siglo 21 contra la destrucción de la sociedad y las instituciones de Venezuela, contra la dilapidación y saqueo de sus riquezas. Las mismas que envidiamos durante el último tercio del siglo 20 los latinoamericanos que la conocimos y de las cuales solo queda el recuerdo.

En palabras de María Corina, la aplastante victoria electoral es más un triunfo sobre el empeño de Chávez y Maduro de dividir la sociedad venezolana entre ricos y pobres, citadinos y campesinos, empleados y empresarios, entre los que se fueron y los que se quedaron, que llegaba a fragmentar las familias. Fue una redención de valores compartidos, como la dignidad. El rechazo a la humillación que te hace bajar la cabeza hasta por una bolsa de comida, para que conecten gas en tu casa, para que tus hijos puedan ir a la escuela. El rechazo a la más burda corrupción. No hay país por empobrecido que sea del que no se pueda enriquecer indefinidamente una familia expoliadora, ahí están los Duvalier en Haití, los Castro en Cuba, los al-Assad en la Siria bombardeada por ellos mismos.

“No habrá una paz posible en Colombia mientras en Venezuela haya una dictadura criminal que promueve la desestabilización del hemisferio” afirma María Corina. No solo ella lo sabe. Lo primero que hizo Chávez fue sacar a la DEA y desconectar sus radares para la interdicción de droga. El vicio debilita al imperio, era su mantra. Desde entonces la principal salida del narcotráfico de Colombia y la principal entrada de armas para la guerrilla ha sido la porosa y kilométrica frontera entre los dos países. Apoyando a las FARC antes, y ahora a sus disidencias, protegiendo por décadas a los cabecillas encanecidos y obstinados del ELN. Criminales todos. Enviando 800 mil dólares en efectivo para la elección de C. Kirchner, decomisados en el aeropuerto de B. Aires. Dando refugio a Hezbolá para planear y ejecutar allá el mayor acto terrorista de la historia argentina, que la Kirchner perdonó a los iraníes en asquerosa reciprocidad. Enviando sicarios del Tren de Aragua a asesinar exiliados en Chile, que reventó las relaciones entre los dos países. Asediando hoy la embajada de Brasil. Nada, nada bueno podemos esperar para Colombia y el continente de la podrida dictadura de Maduro.

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