En nuestra sociedad hay una realidad que no podemos seguir permitiendo: la revictimización de las mujeres que han sufrido violencia sexual. Este tema no es nuevo, pero una reciente noticia nos alarmó profundamente y se trata de la modalidad de denunciar por injuria y calumnia a las víctimas de abuso sexual que se atreven a denunciar. ¿Cómo llegamos al punto en que las víctimas no solo tienen que cargar con el dolor de su agresión, sino también con procesos legales que las vuelven a victimizar?
Cuando hablamos de medidas de protección para estas mujeres, la realidad es decadente. Muchas veces, lo que llamamos “protección” se traduce en una prisión domiciliaria para ellas. Deben esconderse, cambiar sus rutinas, e incluso dejar sus empleos, mientras sus agresores permanecen libres, disfrutando de sus vidas sin mayores restricciones. Esto no solo es injusto, es un reflejo de un sistema que ha fallado en lo más esencial: proteger a quienes más lo necesitan. ¿Dónde están las garantías en esto? Es una pregunta que no podemos dejar de hacernos y más, cuando los presuntos agresores tienen posiciones de poder frente a sus víctimas.
Las garantías para las víctimas son, en el mejor de los casos, mínimas, y en el peor, inexistentes. La atención que reciben no solo es insuficiente, sino que carece de un enfoque de género que entienda las complejidades de estos casos. En esas condiciones, denunciar es sin lugar a dudas un acto de valentía.
Necesitamos una transformación estructural en la manera en que se manejan estos casos. Un enfoque de género no es una moda que se debe aplicar a algunos casos a conveniencia, es una necesidad urgente. Implica no solo garantizar protección efectiva para las víctimas, sino también sensibilizar a los operadores judiciales, educar a la sociedad y construir un entorno donde denunciar no sea un acto de valiente desesperación, sino un derecho ejercido sin temor y que los procesados se defiendan con dignidad y no, atacando a las víctimas. Es crucial que se establezcan programas de acompañamiento psicosocial, medidas de seguridad que no limiten la libertad de las víctimas y una justicia que sea ágil y efectiva.
Como sociedad, debemos dejar de ser cómplices de esta violencia secundaria. La revictimización no solo daña a las mujeres que sufren directamente, sino que envía un mensaje aterrador a otras posibles víctimas: que no importa lo que les haya pasado, alzar su voz podría traerles más dolor que el silencio. Este mensaje refuerza el miedo, el estigma y la impunidad.
Es hora de exigir justicia real, no solo para quienes ya han sufrido, sino para evitar que otras mujeres pasen por lo mismo. Porque una sociedad que no protege a sus víctimas es una sociedad que fracasa en su búsqueda de equidad, dignidad y humanidad. Cada caso de violencia sexual es una herida en nuestro tejido social, y cada víctima que es ignorada, culpada o revictimizada nos recuerda que la lucha por la igualdad y la justicia está lejos de terminar. Actuemos, porque el silencio y la indiferencia solo perpetúan el ciclo de violencia.
@CancinoAbog