En Ibagué, Nacional planteó un partido con variantes en el frente de ataque. Acudió a jugadores esforzados, en los que prima la potencia y, además, son generosos para aportar su voluntad a la hora del esfuerzo en la fase defensiva. Acosta, Viveros, Asprilla y el mismo Ceppelini le dieron esa fisonomía táctica a Nacional que alcanzó para dominar al Tolima, lo intimidó, lo incomodó tanto que le quitó la armonía colectiva que lo identifica, lo contraatacó y le ganaba 1 a 0, hasta que se produjo la expulsión de Guzmán, uno de los muy buenos volantes de equilibrio de Nacional. Empató Tolima y terminó dominando territorialmente, con más ganas que lucidez.

Mañana, en Medellín, se define el título de la Liga. Y aspiro que sea un mejor juego, con mejores asociaciones, más vocación ofensiva, con una técnica más atildada, una mayor generación de situaciones de gol.

Creo que la vuelta de Cardona, Hinestroza, Sarmiento y Morelos a la titular de Nacional ayudará a ese deseo personal. Con la presencia de estos, Nacional es más creativo, elabora con más calidad y habilidad. Y, seguramente, tomará la iniciativa e intentará desbordar con ritmo y más gambetas.

Tolima, por su parte, tendrá que reencontrar su estilo, el del toque criterioso, el de la constante asociación a favor de la búsqueda del arco rival. Tendrá que dar una muestra de carácter, jugar sin timideces en un escenario que suele ser abrumador. Necesitará de un mejor Nieto, Lucumí y Castro. Que no dejen solo a Guzmán.

Más allá del equilibrio en el resultado, hoy creo que Nacional tiene un mejor nivel, se ve seguro, con una actitud ganadora indisimulable.

Deportes Tolima, a mi juicio, tendría que reforzar su estilizado juego con el vigor y el temple que hay que exponer en una final.