El contubernium era la unidad mínima del ejército romano. Grupos de 8 soldados en campo tenían que cargar su equipo, incluyendo una pequeña hornilla, vasos, cucharas y todo lo necesario para preparar su comida. Compartían tienda y vida por años de campaña, pero sólo tenían seis lechos, ya que dos hombres siempre estaban de guardia. Hoy la palabra se usa para referirse a un acuerdo entre dos o más personas para algún fin reprobable.

La gigante angloholandesa Shell ha redefinido su estrategia en energía. El ajuste se implementa bajo el liderazgo de su presidente, Wael Sawan, y representa un punto de inflexión para la compañía y para el sector energético global. Hay precedentes que reseñé, la incomodidad de accionistas de compañías del sector en Europa que, agobiadas por estrictas exigencias ambientales, veían disminuir su rentabilidad frente a las de otros países como EE. UU,. En este contexto, Shell ha decidido reducir sus inversiones en proyectos clave para su transición energética. Altos costos de desarrollo y presiones económicas llevan a la compañía a priorizar proyectos con retornos más predecibles, como el petróleo y el gas. No abandonará por completo la energía eólica marina, pero su desarrollo a futuro dependerá de su viabilidad económica. Un enfoque más conservador, yo insistiría en que más responsable, en sus inversiones renovables. Elige la sostenibilidad financiera, sin dejar de mirar alternativas emergentes que hoy exigen grandes inversiones y no rentan como sus inversionistas esperarían. Elige así una transición justa y ordenada, algo que muchos países deberían imitar. La decisión no es un golpe para la transición energética, Shell no es un caso atípico. Otras empresas del sector también reevalúan sus compromisos con las renovables debido al entorno desafiante de licitaciones menos atractivas, inflación en costos de materiales y obstáculos regulatorios. No les es fácil encontrar el equilibrio entre la presión por retornos inmediatos y la transición hacia un futuro más limpio. Lo que sí es irrefutable es que apostar exclusivamente por proyectos de alto riesgo podría comprometer su rentabilidad y, por ende, su capacidad de invertir en tecnologías limpias a largo plazo.

Decisiones apresuradas que afectan un presente estable y balanceado, compromete, sin duda, la sostenibilidad de empresas y países en el largo plazo. Es un dilema que enfrentan las grandes empresas energéticas y los países: avanzar ciegamente en la transición energética o mantener un enfoque prudente en un entorno volátil. La decisión de Shell podría ser vista como un retroceso por los más ortodoxos, yo la veo, al contrario, juiciosa. La transición energética no es lineal ni libre de obstáculos, cada paso a dar tendrá repercusiones delicadas.

Shell no está en contubernio con nadie para fines reprobables ni para bombardear la transición energética: despliega una estrategia habilitante para garantizar su sostenibilidad financiera a largo plazo. Solo así, robustecida, podrá destinar recursos a una transición ordenada.

@achille1964