El país todavía no es consciente de la magnitud del problema fiscal que se está gestando día tras día. La cosa es tan grave, que el día en que estalle no nos dejará pensar en nada más, como ocurre cuando una enfermedad afecta un órgano vital. Es producto de la suma de muchos problemas, lo cual no quiere decir que sea intratable. Requiere, eso sí, un buen diagnóstico y medidas efectivas. Y también una mezcla de buen manejo y realismo, dos cosas que el actual gobierno –sumido en peleas, negacionismo e interés electoral– no tiene.
El déficit fiscal de este año puede rondar el 6 por ciento del PIB. El Gobierno decidió meter debajo del tapete muchas cuentas que habrá que pagar en 2025, por lo que el déficit será similar al de este año. A ese ritmo, la deuda seguirá aumentando. Nunca se sabe cuándo nos dejan de prestar. Lo que sí se sabe es el dolor que causa: altas tasas de interés, dólar por las nubes, pérdida de confianza y, en últimas, menos poder adquisitivo para la gente.
El país no tiene opción. Hay que bajar el déficit fiscal. Milei en Argentina lo redujo a cero este año y la economía le está reaccionando bien. Aunque aquí hay mucha gente que quiera calcar el ejemplo, la realidad es que nosotros no tenemos una hiperinflación, pues no financiamos el déficit con emisión monetaria. Si bajamos el déficit fiscal a 3 por ciento del PIB, resolvemos el problema de sostenibilidad y nos ahorramos traumatismos. Para emprender ese camino es bueno refutar cinco mitos:
Mito 1. No hay plata. La verdad es que ningún gobierno ha tenido tanta como el actual. El presupuesto para 2025 es de 523 billones de pesos. Con excepción del año 2021, cuando fue más alto debido a la pandemia, las cifras en el pasado eran considerablemente menores. Por ejemplo, en cada año entre 2013 y 2019 el presupuesto osciló alrededor de 350 billones en pesos de hoy. De modo que sí hay plata, pero se está gastando mal.
Mito 2. El problema fiscal se resuelve con la baja ejecución. Esto es falso: la mala ejecución afecta un porcentaje relativamente bajo del presupuesto, que corresponde a la inversión. El grueso del presupuesto corresponde a gastos de funcionamiento, y transferencias que van en piloto automático y que no tienen ningún problema de ejecución.
Mito 3. El problema fiscal se agrava por culpa del Congreso, que no aprobó la ley de financiamiento. Esta es la tesis predilecta del Gobierno, pero la realidad es la opuesta. La ley de financiamiento buscaba autorizar un incremento en el déficit fiscal, no su reducción. Además, sembraba más problemas en el futuro al introducir nuevos gastos y reducir impuestos de manera permanente.
Mito 4. Para reducir el déficit hay que recortar las partidas que más le duelen a la gente. Esto es absurdo, pues el Gobierno se dispararía en el pie. Por ejemplo, el director del DNP dijo que se recortarían los aportes al Metro de Bogotá. Esto terminaría por hundir al Pacto Histórico en la capital del país.
Mito 5. El gasto público es inflexible y no hay nada que hacer. Esto es falso. Cualquier partida es susceptible de ser recortada si existe apoyo en las urnas y voluntad política. Hay que comenzar por deshacer los exagerados incrementos en la nómina estatal de los últimos años. Dos buenos ejemplos son la Contraloría, cuya planta de personal se duplicó entre 2019 y 2021, y la Defensoría Pública –que incluye la Procuraduría y las Personerías– cuyas plantas se triplicaron en el mismo lapso. Estamos hablando de casi 50.000 cargos en total. Pero el presidente Petro no se queda por fuera: este año se han creado más de 19.000 cargos en el nivel central, lo cual es un verdadero contrasentido en un gobierno que dice que tendrá que recortar los créditos educativos del Icetex y los subsidios a la VIS.