¿Cuántas bromas necesitamos en un año o en una vida para ser felices? Hoy se celebra el Día de los Santos Inocentes, una fecha que proviene de un episodio de la historia bíblica lo suficientemente triste y trágico como para ser soslayado. Desde que en un sueño de José apareció un ángel advirtiéndole que debía llevarse a Jesús de Nazaret hacia Egipto para salvarlo de la matanza que estaba por ordenar el rey Herodes contra los niños menores de dos años, se signó en la memoria de la Iglesia católica este día que honra a los pequeños mártires de Belén. Hoy, dándole una vuelta de hoja radical a la desgracia, tenemos la fortuna de poder seguir burlándonos de todo y de todos… Incluso, de nosotros mismos.

La Europa del Medioevo hizo lo suyo para que el Día de los Inocentes, ubicado dentro de la octava de Navidad, cobrara la fuerza que lo ha mantenido en pie hasta nuestros tiempos. Para entonces, tenía lugar una celebración en la que las personas hacían a un lado la rigurosidad cotidiana y parodiaban cuanta convención social existiera. La llamada ‘fiesta de los locos’ se daba entre el último mes del año y el primero del siguiente, envolviendo la infausta conmemoración católica y dándole un giro necesario... Ese que nos permite pasar del llanto a la risa para que así, tan caprichosa como sucesivamente, todo vuelva a comenzar.

Reír es un acto de amor. O bien con el prójimo o bien con uno mismo. La broma, novela escrita por Milan Kundera, es una muestra de ello a través de un relato en que todo se ciñe a lo que al final el protagonista termina entendiendo como un chiste ridículo que cambió casi por completo el curso de su vida. Tal como hace Ludvik —la víctima de su propia broma— en ese libro que años después de su lanzamiento (1967) fuera llamado ‘la biblia de la contrarrevolución’, es importante que abramos espacios para desintoxicarnos siquiera un poco de la realidad que tiende a consumirnos, y seamos libres de crear universos alternos que nos den la posibilidad de jugar con lo que somos y con aquello que parece ser a nuestro alrededor.

El humor y la risa tienen la capacidad de liberar energía nerviosa o negativa acumulada. ¿Qué mejor manera de cerrar el año que termina y de abrir el que comienza que riéndonos? Si 2024 fue difícil, riámonos de eso. Si fue bonito, riamos también. Si 2025 nos asusta, pues hay que seguir riendo. O si nos motiva como una nueva oportunidad para resurgir, ¿por qué no empezar a reír desde ya? En Elogio de la locura, Erasmo de Róterdam pregunta: «¿A quién amará aquel que se odie a sí mismo? ¿Con quién concordará aquel que discuerde de sí mismo?». Al final, como al principio, todo es cuestión de amor.

@catarojano