En un mundo que avanza rápidamente hacia la digitalización, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) se han consolidado como herramientas transformadoras. Sin embargo, su impacto real se mide no solo en el desarrollo económico, sino en su capacidad para construir sociedades más inclusivas. En este sentido, la formación de personas en situación de discapacidad es un área donde la tecnología puede marcar la diferencia, pero en Colombia todavía estamos lejos de aprovechar su potencial al máximo.
En otros países, las TIC ya han demostrado cómo pueden derribar barreras para esta población. Japón, por ejemplo, utiliza inteligencia artificial para interpretar el lenguaje de señas en tiempo real, mientras que en España se han desarrollado plataformas educativas que adaptan automáticamente los contenidos a las necesidades específicas de los estudiantes. Estos avances permiten que personas con diversas discapacidades accedan a oportunidades educativas y profesionales que antes nos les era posible.
La Unesco ha enfatizado que las TIC pueden ser la clave para una educación inclusiva, al crear entornos de aprendizaje flexibles y accesibles. Desde lectores de pantalla hasta aplicaciones personalizadas, estas herramientas no solo facilitan el acceso al conocimiento, sino que también promueven la autonomía y la inclusión plena en la sociedad.
En Colombia, aunque se han dado pasos importantes hacia la accesibilidad, aún estamos rezagados. Muchas instituciones educativas carecen de los recursos tecnológicos necesarios y, en muchos casos, ni siquiera cuentan con personal capacitado para integrar estas herramientas en el proceso de enseñanza. Esto plantea una pregunta urgente: ¿cómo podemos cerrar esta brecha y garantizar que ninguna persona quede excluida de los beneficios de la era digital?
La respuesta pasa por entender que la tecnología no es un fin, sino un medio para alcanzar una sociedad más inclusiva. Es necesario invertir en infraestructura accesible, capacitar a los docentes y fomentar la innovación en soluciones que respondan a las necesidades locales. Pero, sobre todo, debemos comprometernos como país a garantizar que la inclusión sea una prioridad en nuestra agenda tecnológica.
El verdadero impacto de las TIC se mide en su capacidad para transformar vidas. En el Atlántico, hemos asumido el compromiso de trabajar por una educación inclusiva que permita a todas las personas, sin importar sus condiciones, alcanzar su máximo potencial.
La inclusión no es un reto menor, pero sí es una oportunidad inigualable. En nuestras manos está construir una sociedad donde cada ciudadano, con o sin discapacidad, sea protagonista del cambio.|
* Secretario TIC del Atlántico
@Gobatlantico