¿Cuál es el origen del nombre La Tramacúa, el de la cárcel construida en Valledupar? Aurith Hernández, Bogotá
En ciertas áreas del Caribe insular y continental el verbo ‘tramar’ es ‘impresionar’ o, coloquialmente, ‘encarretar’ a alguien. Por eso, en Barranquilla puede decirse: “Con esa historia, José quiere tramarme”, es decir, “José quiere impresionarme o engañarme”.
La Tramacúa es el nombre que por su impresionante tamaño el habla popular le dio a la cárcel erigida en Valledupar. Tal asombro se amplía aún más con el sufijo -uda/-udo (por aféresis es lo mismo que -úa/-úo), que en español se emplea para referirse a algo cuantioso o de gran dimensión: agalludo o con notables agallas, peludo o con mucho pelo, tramacudo o algo enorme.
‘Tramacúa’ es voz sinónima de ‘trameyúa’ y de ‘mamonúa’.
¿Por qué se dice que la comida de mar es el mejor afrodisiaco? Flor de Lirio, B/quilla
Esta pregunta genera interés evidente, pues en el transcurso del tiempo que lleva esta columna (ocho años y medio) me ha llegado cinco veces. En efecto, los productos del mar han sido mirados como grandes afrodisiacos.
Tal vez, el inconsciente colectivo los relacionó con el nacimiento de Afrodita, diosa del atractivo sexual, de la belleza, del amor y de la reproducción, quien, cerca de Pafos (Chipre), brotó ya adulta, precisamente, de la espuma del mar que se había aglutinado en torno a los genitales del terrible Urano, padre de Cronos, luego de que este último, instigado por Gea, su madre, lo castrara durante la Titanomaquia (serie de batallas libradas entre dos castas de deidades: los titanes y los olímpicos).
En realidad, los afrodisiacos no son bálsamos para el amor, sino la idea, muy dudosa, de que predisponen al erotismo, esto es, la creencia de que amplifica la magia que se da entre un hombre y una mujer, aunque estos, por más comida de ese tipo que ingieran, nada pueden hacer si no hay verdadera atracción o si se carece de habilidad para conquistar o dejarse conquistar.
Por eso, el afrodisiaco definitivo no es un bebedizo ni una receta esmerada ni ningún encantamiento: el afrodisiaco infalible, el más seguro, es el amor. Pero si este aún no hubiera surgido, en el caso de los hombres, tal afrodisiaco es la mujer misma y la admiración que generen su sensibilidad o su inteligencia o su cultura o su simpatía o sus atributos físicos, y no ningún filtro o comida por finos y deleitosos que luzcan.
Porque, entre otras cosas, y esto lo debe saber cualquier amante por poco diestro que sea, lo ideal es comer poco en las horas que anteceden a la lid amorosa.