Venezuela era un país de entulados que, ante la arremetida chavista, se pisaron. Unos al sueño americano en Miami; otros a España, más “puppy” y en español; muchos, a juzgar por las manifestaciones, están en Argentina; los líchigos nos cayeron aquí y, los que se quedaron, o están en la olla o son patriotas rebeldes, como la Machado.
Dios quiera que no nos ocurra lo mismo por pusilánimes, que las candidaturas aquí pierden favorabilidad por demasiado firmes y vehementes, como si al petrismo se le tuviera enfrentar con flores. Petro no entregará la presidencia ni convocará elecciones aunque las cuentas le favorezcan, aunque cuente con un porcentaje de fanáticos que ciegamente votarán por él, y tenga el poder gubernamental y un gran respaldo económico. Y menos ahora cuando, por estar permitiendo elecciones, el hábil Maduro camina en una cuerda floja y se encuentra sin el respaldo internacional que tampoco apoyará al petrismo.
Tenemos ejemplo aquí mismo: países pusilánimes que no se entrentaron creyendo podrían fácil enderezar el rumbo, y así Chávez se tomó el poder en el 90, ¡hace 35 años! Y Ortega, aunque lo alternó con su esposa y algún otro súbdito, se lo tomó en 85, ¡hace 40! y ahí están, pelechando a su antojo. Y qué decir de Fidel, que destruyó a Cuba, y ni por ahí se vislumbra una recuperación. O sea que nuestro panorama no es el del 2026, sino que ¡Ojo! fácilmente podría ser infinitamente más extenso.
Mañana debe posesionarse el nuevo presidente de Venezuela, recién elegido. Maduro sostiene que ganó, y afirma que irá al parlamento a juramentarse; Edmundo González, con su cara de “yo no fui”, exhibe las actas electorales que confirman lo contrario, o sea su victoria y la derrota de Maduro, y que se posesionará en la plaza pública, ante la gente que lo eligió. El propio enredo. González correrá el riesgo de que lo encanen apenas pise su país, y también la aguerrida María Corina, hasta hoy en una clandestinidad que seguro interrumpirá con su pupilo al lado. La cosa, entonces, parece que dependerá de la violencia tanto en la manifestación popular como en la represión que cause.
Ojalá no sea así, y Maduro acepte alguna de las opciones que le ofrecen, inmunidad en un país sin extradición, y traslado seguro para él y para sus cabecillas, y así todos quedarían conformes. Pero lamentablemente tal solución luce improbable pues, tal cual el petrismo, la trinca madurista no parece inclinada a ceder, así que 3 y 2, el conteo está completo, y mañana se sabrá. Y de paso, mañana también se vislumbrará nuestro futuro.