El panorama en Venezuela es desolador. Un pueblo solo defendiendo la democracia mundial. Ayer algunos expertos comentaban que el período legítimo de Edmundo González comenzaba. No sé qué significa ese comentario, porque a mí me parece más un segundo Guaidó. Todo el mundo sabe que Maduro se robó las elecciones, pero eso no cambia la realidad de que él sigue mandando, y nada cambiará hasta que el pueblo venezolano esté dispuesto a sacrificarse por su libertad y la comunidad internacional acepte ir más allá de las sanciones económicas. Solo así se logrará la liberación del pueblo venezolano del yugo de su claro opresor.

Nada va a pasar. Porque la comunidad internacional dejó de ser relevante. Los ejemplos de Ucrania, Gaza, y Venezuela, demuestran que cada vez que se habla de comunidad internacional, esto es realmente una palabra trillada y vacía, donde los países que se autodenominan defensores de la democracia se limitan a ver desde la barrera las atrocidades que nos hacemos entre seres humanos, mientras a esos pueblos solo les queda, morir, huir de su tierra o resignarse a un futuro incierto bajo un régimen opresor.

Las recientes intimidaciones y secuestros cometidos por el gobierno de Maduro son pruebas de que el régimen no solo mantiene el poder, sino que lo ejerce con total impunidad, mientras los países indignados, solo se manifiestan en comunicados y a través de Twitter. No se puede ser tan indiferente ante los más de 7 millones que votaron por el cambio. No se puede ignorar la realidad de un presidente electo en el exilio y una líder política secuestrada apenas salió a las calles con su gente, tras haber pasado meses en la clandestinidad. No se puede desconocer a los más de 2000 presos políticos, o los miembros de la oposición que llevan 7 meses encerrados en una embajada por temor a sus vidas. No se puede normalizar a los más de 7 millones de venezolanos que se han visto obligados a abandonar su país. A ellos poco les sirve un tweet de solidaridad.

El mundo se ha convertido en mero espectador de las tragedias del otro. Antes, en épocas como la Guerra Fría, había una disposición real de tomar medidas concretas en defensa de la democracia, incluso con apoyo económico. Hoy, esa comunidad ha desaparecido, sustituida por un pragmatismo cínico: mientras no me afecte directamente, no me meto, y los organismos internacionales como la ONU, que nacieron para promover la armonía, la cooperación y el respeto por las democracias, hoy están lejos de cumplir sus propósitos.

Ojalá esté equivocado y en las próximas semanas ocurra un milagro para que nuestros hermanos salgan de esa horrible y larga noche. Esa sí sería una luz de esperanza de que no todo está perdido y que es posible recuperar el sentido de solidaridad que el mundo necesita. No hacerlo es seguir abriendo la puerta a esos tiempos oscuros en que divididos nos causábamos mucho daño.

@miguelVergaraC