“No estamos aquí para comprender el mundo, sino para aprender a navegarlo.”
— Niels Bohr
Dicen que aprender a soltar es más difícil que cálculo diferencial. Y aunque esta frase pueda sacar una sonrisa, no deja de ser verdad. Soltar no es algo que venga de manera natural. Pero la vida, tarde o temprano, te pone frente a ello: dejar ir, desprenderse, avanzar aunque lo que sueltas todavía duela.
Todo aquello que te quiebra el corazón es la vida mostrándose en su forma más pura. Lo descubrí tras años de dolor físico por un accidente que me llevó a enfrentar múltiples cirugías de columna y a aprender a caminar de nuevo. Nada de eso fue fácil. Y aunque sigo cargando las cicatrices, aprendí que soltar no es un acto heroico ni instantáneo. Es un proceso.
Desde los inicios de nuestra historia, soltar ha sido una constante. Ulises, tras años de guerra, tuvo que dejar atrás el peso de las batallas para regresar a Ítaca y encontrar la paz en casa. Esa lucha por desprenderse de lo que no puede recuperarse es profundamente humana y atemporal.
Nelson Mandela es otro ejemplo poderoso. Tras 27 años de prisión, eligió soltar el resentimiento para construir una nación basada en la reconciliación. Su liderazgo mostró que el poder no radica en el control, sino en la capacidad de sanar colectivamente. Mandela entendió que aferrarse al dolor del pasado perpetuaría el sufrimiento, mientras que soltarlo abría la posibilidad de un futuro construido sobre la unidad.
Me viene también a la mente Winston Churchill, un líder que enfrentó la devastación de una guerra mundial mientras luchaba con su propio “perro negro”, como llamaba a la depresión que lo acompañó durante toda su vida. Churchill nos enseñó que soltar no siempre significa dejar atrás el dolor, sino aprender a caminar con él. Como dijo: “Si estás atravesando un infierno, sigue caminando.” Esa frase es un recordatorio de que, aunque el camino sea incierto, avanzar es siempre la mejor opción.
En Colombia, su ejemplo resuena profundamente. Tras décadas de conflicto armado, nuestro país enfrenta una oportunidad histórica de reconciliación. Esto requiere liderazgos capaces de soltar lo personal en favor de lo colectivo. Imaginar a un presidente como Gustavo Petro adoptando posturas similares no es solo un deseo idealista, sino una necesidad real para construir país. Soltar el rencor y las divisiones podría ser el primer paso hacia una Colombia que cierre sus heridas y avance con políticas aterrizadas y eficientes.
La vida no se trata de resistir al cambio, sino de aprender a fluir con él, como el árbol que suelta sus hojas cada otoño, confiando en que nuevas llegarán con la primavera. En una sociedad que nos exige ser “nuestra mejor versión”, necesitamos normalizar el simple hecho de existir. No todos los días son para conquistar metas. A veces basta con levantarnos, respirar y permitirnos ser.
Cuando pienso en lo que he soltado- las pérdidas que dolieron más de lo que las palabras pueden expresar, los sueños que ya no resonaban, y las personas que marcaron mi vida pero que ya no están, veo que esas experiencias no se desvanecieron por completo. En cambio, dejaron una huella que me acompaña, una memoria que vive en lo que soy hoy.
Estamos aquí, definitivamente, para soltar todos los días. Aunque sea más complicado que cálculo diferencial, soltar nos permite abrir espacio para lo nuevo, para lo auténtico, para lo que está por venir.
Soltar no significa borrar lo que vivimos. A veces, las cicatrices son solo eso: marcas que te recuerdan por lo que pasaste. No se trata de tener todas las respuestas. Se trata de aceptar que la vida nunca será predecible.
La verdadera fortaleza no está en aferrarnos, sino en nuestra capacidad para adaptarnos, para soltar lo que no puede ser y abrirnos a lo que todavía es posible. Porque cada día es una invitación a empezar de nuevo, incluso cuando parezca que no hay respuestas claras.
Y al final, no hay una conclusión perfecta. Solo la certeza de que seguir soltando es seguir viviendo.
*Periodista cultural, máster en desarrollo organizacional y procesos humanos.
@said_cristina