En Colombia existe una creencia popular sobre el impacto del salario mínimo, que lo restringe a un asunto de preocupación de los empleadores frente a los trabajadores que cuentan con un salario determinado por dicha cifra. Sin embargo, nuestro mercado de trabajo depende especialmente de este valor.

En efecto, el salario mínimo incide en el cálculo de costos laborales como la jornada laboral y los recargos, la obligación de reconocimiento de auxilio de transporte y dotación y los límites para la base de aportes al Sistema de Seguridad Social. Incluso, la Reforma Pensional está estructurada en función de la equivalencia del ingreso base de cotización del afiliado en salarios mínimos.

Ahora, lo que resulta paradójico, es que un incremento significativo del salario mínimo frente al Índice de Precios al Consumidor (IPC) no representa mejores garantías laborales ni mayores ingresos para los trabajadores del país. Basta con observar lo ocurrido en el 2022, en que el salario mínimo se incrementó en un 10.07% pese a un IPC certificado por el DANE inferior en cerca de la mitad de dicho porcentaje, lo cual, generó que al final de la anualidad, la inflación fuera superior a ese 10%. Es decir, el salario mínimo terminó con menor poder adquisitivo.

Este fenómeno que puede repetirse en 2025, demuestra el ánimo evidentemente político y la ausencia de tecnicismo económico en la fijación del salario mínimo. Adicionalmente, cuestiona la utilidad práctica de esta cifra, por cuanto, a pesar de ser determinante en nuestro sistema de costos laborales y estar idealizada para constituir un mínimo de ingreso por el aporte a la productividad, lo cierto es que, tal como lo desarrolló el Observatorio Laboral y Fiscal de la Universidad Javeriana en un estudio reciente, se accede en mayor medida al anhelado salario mínimo a través de un esquema formal de contratación.

Además, conforme al mismo estudio sobre el panorama laboral de los últimos años, se identificó que llegar a obtener un salario superior a dos o tres veces el salario mínimo es cada vez más difícil. Lo anterior, solo prueba que el aumento desproporcionado del salario mínimo no ha mejorado la capacidad económica de los trabajadores.

Desafortunadamente, seguimos incurriendo en el error de asociar el problema de otorgar mejores condiciones laborales únicamente con el nivel salarial de los trabajadores. Así, se ignora que en la medida en que el salario mínimo continúe obedeciendo a decisiones populistas y no a estrictos y objetivos factores macroeconómicos, este valor en lugar de ser una garantía, seguirá siendo una de las principales barreras de acceso al mercado formal de trabajo. En definitiva, la informalidad se acentúa si los empleadores no están en la capacidad de asumir los costos de mantener y generar empleos.

@Holland_Knight