Por estos días, cuando la novela James-Junior parece haber terminado, o mejor dicho, ni siquiera haber iniciado, se ha hecho viral una entrevista en la que James Rodríguez comparte una anécdota en “El Chiringuito”, el programa de televisión sobre fútbol más visto en el mundo latino. En ella, recordó la frase que Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, le dijo para convencerlo de vestir la camiseta merengue: “¿Pasta o Gloria?”
James tenía sobre la mesa propuestas del Paris Saint Germain y el Manchester City, ambas mucho más jugosas económicamente que la del Real Madrid. Sin embargo, según relata, no se dejó llevar por la pasta, sino que optó por la gloria.
Ese era el James de hace 10 años, el joven que deslumbró al mundo en el Mundial de Brasil 2014 con su talento y goles memorables y prometía ser la nueva estrella del Real Madrid. Pero el James de hoy no es el mismo. Su apuesta por la “gloria” no siempre dio los frutos esperados en los clubes donde militó. Entre rumores de indisciplina, fiestas y roces con entrenadores, ha sido etiquetado como un jugador difícil de encajar en equipos que priorizan lo colectivo sobre el brillo individual.
Hoy, cuando la noticia es que aceptó la “pasta” del equipo Leones de México sobre la que ofrecía Junior de Barranquilla. Más allá de debatir si acertó o no, quizás sea momento de bajarle el volumen a las críticas. Las decisiones, especialmente aquellas que implican elegir entre el beneficio inmediato y la trascendencia, no son fáciles. Y James no es el único que ha enfrentado esta encrucijada; es un dilema universal que trasciende profesiones, generaciones y contextos.
Pensemos en un médico que debe decidir entre hacer labor comunitaria trabajando con una fundación o dedicar más horas a la clínica privada que le paga mucho mejor. Desde un punto de vista financiero, la segunda opción parece obvia, pero el impacto social y la posibilidad de cambiar vidas tienen un peso incalculable.
O una madre o padre de familia que se ve obligada a elegir un trabajo que no le gusta y no se alinea con sus valores personales, pero que garantiza la educación de sus hijos y la estabilidad económica del hogar. En este caso, optar por la “pasta” no es un acto de codicia, sino de responsabilidad.
Estas elecciones demuestran que no todo se reduce a cifras; hay factores emocionales, éticos y prácticos que también importan.
James hoy parece haber elegido la pasta, y si esa fue la decisión correcta o no, solo el tiempo lo dirá.
@eortegadelrio