En la era de las redes sociales, los juicios ya no se limitan a los tribunales. Plataformas como TikTok, Instagram y X se han convertido en zonas paralelas donde se decide la culpabilidad o inocencia de las personas que se enfrentan a un proceso penal mucho antes de que un juez dicte una sentencia. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué significa esta práctica para el derecho a un juicio justo?

Aunque esta preocupación no es nueva, en el pasado surgió con la prensa y medios de comunicación tradicionales; el alcance, la inmediatez y la masividad de las redes sociales amplifican el problema. Hoy, cualquier persona con un celular puede difundir información, incluso si es falsa. Videos, publicaciones y hasta memes crean narrativas criminales que invaden la mente del público y, aunque quisiéramos pensar lo contrario, influyen en cómo se perciben a los acusados, a los abogados defensores y al sistema de justicia en general.

Plataformas como TikTok están diseñadas para viralizar contenidos que generen emociones fuertes. Una historia compleja que exija análisis crítico no captará la misma atención que un clip dramático de 15 segundos con música de fondo. Esto da lugar a “verdades” incompletas que ignoran principios fundamentales como la presunción de inocencia. El impacto es gravísimo, cuando la opinión pública ya ha condenado a alguien, los jueces, fiscales y demás actores del sistema judicial pueden sentirse presionados a alinearse con esa narrativa para evitar críticas o cuestionamientos.

Además, la exposición mediática puede generar riesgos de seguridad para las partes implicadas, desde la intimidación de testigos hasta el acoso a familiares de víctimas o acusados. Sin embargo, en contextos como el nuestro, donde la libertad de expresión es un derecho fundamental, imponer restricciones puede percibirse como un acto de censura.

Más allá de más las regulaciones o limitaciones, la solución está en la responsabilidad de los usuarios de las redes sociales, necesitamos ser críticos con el contenido que vemos y compartimos. No todo lo que vemos en redes sociales es verdad, y nuestras acciones digitales tienen consecuencias en el mundo real.

En última instancia, la justicia no puede depender de algoritmos ni de tendencias. La presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo no son solo principios legales, sino pilares fundamentales de una democracia. El desafío está en aprender a consumir información con criterio, a cuestionar lo que vemos y a resistir el impulso de emitir sentencias desde la comodidad de una pantalla. Porque, al final, la verdad nunca debería ser víctima de la viralidad.

@CancinoAbog