El fentanilo es un opioide sintético, hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina, que se ha convertido en una de las principales causas de sobredosis y muertes relacionadas con drogas a nivel mundial. En nuestro medio ya se está dando el consumo de esta droga.
Originalmente el fentanilo fue desarrollado para tratar el dolor intenso en pacientes con cáncer, pero su uso ilícito y su incorporación al grupo de sustancias recreativas han generado una crisis de salud pública sin precedentes que ya está llegando a nuestro país.
Su alta eficacia analgésica y su rápido efecto lo convierten en una sustancia extremadamente peligrosa y frecuentemente mortal cuando se utiliza fuera del contexto médico.
La proliferación del fentanilo ha desatado una crisis global, especialmente en América del Norte. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, más del 70% de las muertes por sobredosis en 2021 estuvieron relacionadas con opioides sintéticos como el fentanilo. Este incremento se debe a su disponibilidad, bajo costo de producción y su letalidad.
Son varios los factores que agravan la crisis producida por el fentanilo:
Acceso y distribución: la facilidad con la que se puede fabricar y distribuir el fentanilo en pequeñas cantidades ha permitido su expansión global.
Desinformación: muchas personas desconocen el riesgo que implica consumir fentanilo.
Estigma: el estigma asociado al uso de drogas dificulta que las personas busquen ayuda profesional.
La adicción al fentanilo no solo afecta a los individuos que lo consumen, sino también a sus entornos familiares y relacionales. En terapia de parejas es común observar cómo el consumo de opioides puede deteriorar la confianza, la comunicación y la estabilidad emocional en las relaciones.
Las dinámicas familiares suelen verse afectadas por el estrés, la preocupación constante y el sentimiento de impotencia frente a la adicción de un ser querido. Por ello es fundamental trabajar en la reconstrucción de los lazos familiares mediante estrategias como:
Terapia familiar: que facilita un espacio seguro para expresar emociones y aprender a apoyar al miembro afectado sin caer en la codependencia.
Educación sobre adicciones: que proporciona a las parejas y familias herramientas para entender la naturaleza de la adicción y fomentar la recuperación.
Fortalecimiento de redes de apoyo: para conectar a las familias con grupos de ayuda y recursos comunitarios.
La prevención del consumo de fentanilo es una tarea colectiva que involucra a familias, educadores, profesionales de la salud y comunidades en general. Estas acciones, cuando se implementan de manera constante y con empatía, pueden marcar la diferencia en la vida de muchas personas.
@drjosegonzalez