Esta columna es dedicada a reflexionar sobre lo perverso de la violencia machista y al gran desafío que representa ser mujer no solo en Colombia sino en el mundo. Por estos días, el efecto Trump es tendencia invasiva en nuestras conciencias, está por todos lados, en memes, noticias, videos, prensa, como dicen en mi tierra, hasta en la sopa.

La advertencia acá es que no nos podemos despistar y caer en el juego que un ser como el que propone, ser el dueño de la “verdad” y considerar los derechos humanos y el cuidado del planeta como un estorbo que debe eliminar por completo de su agenda. El poder otorgado a un ser desbordado en verticalidad es un gran riesgo, sin embargo, es la humanidad eligiendo desde sus formas desesperadas, ególatras o individualistas.

Como dijo la gran Simone de Beauvoir “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.

Hay que mantenerse firmes sin dejar que lo abrumador de Trump y sus ocurrencias obnubile el pensamiento crítico, la resistencia creativa y las libertades; él no puede seguir actuando como una secta en la que todos dicen amén, aunque las decisiones de su “dios con minúscula” atropellen sus derechos.

Por ejemplo, hoy leí en el estado de una amiga lo siguiente: “Excelente Trump no más acuerdo 2030″ lo primero que me pregunté es ¿Conoce los ODS, sabe que es el acuerdo 2030? Probablemente se ha quedado en la premisa de que el acuerdo 2030 es el “rayo homosexualizador” “Las diversidades sexuales no existen” o peor no le interesa proteger el planeta, ni los acuerdos ambientales para preservar la vida, no tengo idea que quiso decir, sin embargo, considero paradójico que una persona que trabaja en lo social celebre que no haya acuerdo 2030.

Pero bueno basta de reflexiones alrededor de Trump, y mucho menos podemos estancarnos en el miedo y la preocupación, hay que actuar y seguir en la resistencia creativa desde los diferentes sectores.

Por ello, aprovecho para afirmar que hoy escribo con el dolor femenino encendido, porque los pocos días que van del año 2025 ya en Colombia se reportan diferentes casos de violencias basadas en género y feminicidios, justo el 17 de enero se reportó el primer caso de feminicidio en mi tierra La Guajira, esto no implica un tema de cifras porque una sola mujer asesinada es ya una cifra desbordada, acá lo que tenemos que repensar-nos es como vivimos en medio de las violencias y la miramos muchas veces con indiferencia, hay que dignificar la vida de las mujeres, es preciso que todos los sectores (públicos, privados, académicos, sociales, etc.) participen de procesos pedagógicos y preventivos, es mejor siempre prevenir que lamentar.

Los cuerpos de las mujeres y las niñas son percibidos como epicentros autorizados para ser vulnerados y NO es así, es fundamental desnormalizar las violencias basadas en género amparadas en el absurdo machismo.

Solo para presentar un indicador de lo perverso de las violencias, menciono que para el caso de nuestro país las estadísticas de feminicidios y violencias contra las mujeres más altas en los últimos 7 años sucedieron en 2024, eso no es un tema trivial o que merezca solamente un boom mediático superfluo e intrascendente, se trata de la dignidad femenina y de la – rajada- mundial en el cumplimiento del V Objetivo de Sostenibilidad: “Poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo el mundo”.

Ningún país por desarrollado que sea ha logrado la equidad e igualdad de género, se siguen oprimiendo, matando, dañando a las niñas y las mujeres, continúan las mujeres viviendo con miedo y pocas libertades, muchos preguntan “¿Qué más pedimos las feministas si las mujeres lo tenemos todo?” Y cuánta mentira existe en esa afirmación, especialmente porque el patriarcado continúa marcando agendas femeninas de opresión y los cuerpos femeninos continúan siendo trincheras de las violencias y las guerras; no desconozco que se han logrado avances, pero no hemos llegado a la absoluta erradicación de las desigualdades.

Esta columna es un llamado a la reflexión sobre los derechos humanos femeninos, haciendo énfasis en el fundamental y muy atropellado derecho a vivir libres, sin miedo y felices. El tema de las mujeres y su integridad es algo que se ha desbordado hasta llegar al punto de tener que afirmar que: “No es fácil – Ser Mujeres – ni en lo privado, ni en lo público”

Las mujeres no están seguras en sus hogares ni en sus ejercicios sociales, culturales o de incidencia política, porque las violencias machistas (simbólicas o atroces) acechan su vida y la ubican en un lugar llamado – vulnerabilidad -.

Si bien se han producido avances a nivel mundial con relación a la igualdad entre los géneros a través de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (incluida la igualdad de acceso entre niñas y niños a la enseñanza primaria), las mujeres y las niñas siguen sufriendo discriminación y violencia en todos los lugares del mundo.

La igualdad entre los géneros no es solo un derecho humano fundamental, sino la base necesaria para conseguir un mundo pacífico, próspero y sostenible.

Mi yo femenino y el de muchas mujeres en el mundo seguirá encendido hasta que vivir sin miedo y con los derechos garantizados se vuelva costumbre y se desnormalicen todas las formas de violencias basadas en género, el mundo necesita sanar-se del patriarcado y tejer realidades igualitarias y de genuino respeto por las diferencias.

Seguimos…