Luego de 15 meses de una cruenta guerra genocida que deja un saldo superior a los 47.000 muertos, en su mayoría civiles, con un alto porcentaje de niños y mujeres; el desplazamiento del 90 % de la población, gran destrucción y desolación, se pactó y se puso en marcha una esperanzadora tregua entre el Gobierno de Israel y Hamás, en la franja de Gaza.
El alto el fuego acordado permitió la suspensión de los bombardeos y los combates, inicialmente por un periodo de seis semanas; se procedió al intercambio de rehenes, que se ha venido cumpliendo progresivamente, y avanza la retirada gradual de las tropas israelíes, que se ubicarán en una zona de amortiguación fronteriza. No deja de impactar la operación de permuta de 30 palestinos por cada rehén israelí, al igual que 50 palestinos por mujer soldado liberada, como si fuera coherente seguir avaluando la vida de una persona y, por ende, darle a unas mayor estimación que a otras.
Previo a su salida de la presidencia de Estados Unidos, el exmandatario Joe Biden explicó que las negociaciones se extendieron durante meses y se trabajó mancomunadamente con el equipo del presidente Donald Trump, quien, incluso, había advertido que, si los rehenes no empezaban a ser liberados a su retorno a la jefatura de Estado, se desataría “el infierno en Medio Oriente”.
Por lo pronto, esperemos que la tregua continúe hasta que las partes en conflicto lleguen al pacto de paz absoluta, en la segunda fase del acuerdo que se tiene previsto negociar y que debe incluir la priorización de la reconstrucción de un territorio totalmente devastado, con aportes de todos los países, encabezando el listado, con mayor cuota, el Estado de Israel. En esta región se han venido sembrando semillas de odio y temor, con una niñez que vivió en carne propia la vileza de la humanidad, facilitando continuar con un círculo vicioso de violencia y muerte. “La guerra mató todo lo bello que llevábamos por dentro”, una lacerante frase de un deportista gazatí que resume esta situación, citada por BBC Mundo tras el inicio de la tregua.
Esperamos que este sea un paso firme hacia el cese definitivo de la guerra que pudo haber sido el detonante de una global. Ojalá que, por encima de los profundos intereses políticos y territoriales que existen en la región, sea posible zanjar diferencias históricas y quede totalmente cerrado el camino abyecto de la guerra que, en ninguna circunstancia ni por cualquier finalidad, vale la pena. Solo habrá paz duradera si se logra la reconciliación política y religiosa y el respeto por la vida.
@Rector_Unisimon