En tres ocasiones, antes de 2002, debatí con Gustavo Petro sobre la apertura económica de Virgilio Barco y César Gaviria, apertura impuesta por el Banco Mundial a cambio de unos créditos internacionales, según explicó el exministro de Hacienda Abdón Espinosa Valderrama, y que fue muy negativa para Colombia. Y en aquellos debates, que se dieron en Bucaramanga con industriales, en Mariquita con agricultores y en Cali con trabajadores del Sena, Petro, en tono intemperante, defendió ese modelo económico que, por ese entonces, ya le había generado enormes daños a Colombia, como perder 700.000 hectáreas de cultivos transitorios.
Después, en 2006, como senador del Polo y sin consultarle a nadie, Petro se fue a Washington e hizo un acuerdo con congresistas del partido Demócrata para respaldar el TLC y promover que el Comité Ejecutivo del Polo cambiara el programa, votación que perdió. Y en esa ocasión también respaldó el Plan Colombia, convertido en carta de intención con el FMI.
En el programa que presentó para las elecciones presidenciales de 2018, Petro no dijo nada sobre cambiar los TLC, a pesar de que, en 28 años, habían sido enormes los daños del neoliberalismo a la industria y al agro nacionales, aumentando el desempleo, la informalidad y la pobreza, y demostrándose en los hechos que eran políticas imperialistas, palabra que con Trump se ha vuelto frecuente leerles a los comentaristas.
Y en 2022, en su programa de gobierno, ¡qué volantín! Porque Petro, textualmente, planteó que “los TLC deben ser revisados y renegociados en clave de que sean justos y se conviertan en herramientas para estimular la productividad”, con lo que dejó claro que, además del clientelismo y las malas compañías, iba a recurrir a todo para ganar las elecciones.
Porque en la misma semana de su posesión como presidente, Petro puso al ministro de Comercio, en entrevista con Yamid Amat, a anunciar que no habría renegociación de los TLC, voltereta que tuvo sonar a gloria en la embajada norteamericana.
El último capítulo de esta historia ocurrió hace poco, cuando los gobiernos de Estados Unidos y Colombia acordaron dejar intacto el TLC entre los dos países y añadirle una “nota interpretativa” al punto de los tribunales de arbitramento entre los dos países, tribunales diseñados para que los colombianos perdamos las controversias. En contraste con la actitud de Petro, además de Canadá, 27 países de la Unión Europea “dejaron sin efecto los tribunales de arbitraje para conflictos bilaterales en la UE”.
Lo mal que le ha ido a Colombia con el libre comercio con Estados Unidos lo prueban las cifras de la balanza comercial. Entre 2000 y 2013, antes de entrar en vigencia el TLC, dicha balanza fue positiva para Colombia en 50.896 millones de dólares. Pero entre 2014 y 2023 cambió a positiva para Estados Unidos en 20.949 millones, con pérdidas totales para Colombia por 70.845 millones de dólares.
Y si se observa la balanza de pagos, que contabiliza ingresos y egresos de Colombia con todo el mundo y por todo concepto, incluidos comerciales y financieros, desde 2001 ha sido negativa para los colombianos en 421.775 millones de dólares, cifra que demuestra que los ‘dolarductos’ comerciales y financieros le sacan al país bastante más de lo que le aportan.
@JERobledo