Amamos nuestra ciudad. Es difícil encontrar un nacido en ella y que aquí mismo habite o no, que no suspire por su urbe, por su encanto tanto en el calor como en los días frescos, en sus ruidos y escándalos que siempre atribuimos a “la manera de ser del costeño”. En fin, es nuestra urbe y la defendemos como sea y donde sea necesario. ¿Por qué? No solamente porque aquí vimos la luz de la vida o nos asentamos viniendo de otras partes sino porque la ciudad tiene un no sé qué, algo extraño pero bello que cautiva y esclaviza hacia la devoción por ella. En este sentido somos diríamos que legendarios, algo así como lo describió Mitterand cuando le preguntaron por qué era tan fanático de París. “Porque es Paris sencillamente y como ella no hay otra igual”.

Tenemos la suerte que hoy tenemos un Gran Alcalde, con mayúscula, está convirtiendo la urbe en un vividero muy agradable. Más que antes que ya era encantadora. Cada día progresamos más, atraemos más visitantes, organizamos más encuentros de toda estirpe. Nuestra condición de urbe tropical ayuda mucho en invitar a la solidaridad y la simpatía. Somos atractivos ante el país y ante el mundo. No sabemos por qué, pero las grandes ciudades frías de clima y encopetadas se necesitan para mil sucesos, pero no son enamoradizas con el visitante. La sociología sabrá algo de estas respuestas.

No obstante los comentarios anteriores tenemos muchas fallas que nos producen tristeza. Veamos: la mala educación de la gente para toda intervención urbana o cívica que no tiene una explicación lógica. Somos de un vocabulario estrafalario, pero sencillamente dicho, vulgar. Los vendedores ambulantes con sus carretillas buscando el sustento diario son un peligro para peatones y vehículos y no quieren obedecer ninguna orden ni recomendación. El desempleo es bárbaro, pero se han convertido en el Génesis del desorden público. En buena hora, desde el 16 de enero entró en vigencia el decreto que prohíbe la circulación de vehículos de tracción animal, con esta medida se ha constribuido de manera integral mejorar condiciones de movilidad y seguridad vial, así como la protección de animales.

¿Las motocicletas encima de los andenes son un horror y la autoridad qué? Nos mandan saludos desde las esquinas celular en el oído. No hay recomendación y las extorsiones, el atraco a viejos y jóvenes, el puñal que asesina por una pendejada. El hambre que dibuja cientos de indigentes en las calles con la mirada indiferente de todos los ciudadanos. La miseria en viviendas frágiles de barrios marginales en fin se nos explicará que ese es el retrato de todas las grandes ciudades del mundo hoy día. Sí, es cierto. Pero por lo que sea universal no deja de ser para nosotros las grandes tristezas de nuestra amada ciudad.