En medio de tanto caos mundial, que inevitablemente nos afecta, he decidido, hacer una pausa sin pretensión de ser indiferente, solo para recordar-nos que podemos respirar y seguir avanzando en los procesos de resistencia creativa y esta comienza en los cuerpos, sus estéticas y sus historias.
Hoy quiero hablar del pelo, como un universo de infinitos simbolismos, admiro y respeto todas las revoluciones femeninas alrededor del pelo, las trenzas liberadoras y salvadoras, el poder que juega en la estética o la incidencia política que representa, en fin, el pelo es una parte de los cuerpos que comunica y es capaz de liberarnos o condenarnos, de acuerdo con cada forma de relacionamiento que tengamos con él.
Hoy dedico esta columna a mi proceso de transición capilar, la cual, ha traído a mi vida transformaciones y bienestar; crecí en un territorio donde la mayoría de las mujeres desde muy pequeñas se someten al alisado, siguiendo con una tradición antecesoras; yo al contrario, tuve el pelo liso y me decían – la chinita- o la paisanita como se les nombra a las indígenas en mi territorio y diferente a aquellas que alisaban su pelo, yo soñaba con tener un afro así como el Pibe Valderrama, el era mi referente más cercano en ese momento, luego fueron surgiendo otros referentes, especialmente femeninos y mi anhelo tomaba más fuerza, aunque no encontraba como hacerlo, hacían falta un par de experiencias para llegar a ello, ahora lo entiendo.
Todos los afros me atrapaban y me hacían ilusión, fui creciendo y también fueron apareciendo grandes iniciativas antirracistas y para mí se iba volviendo más atractivo estudiar los imaginarios corporales, la identidad cultural, en fin, eso apasionante que se amparaba en gran medida en el poder del – Pelo –
Fue así como un día, en medio de un parque en un país lejano al mío, después de hacer mi rutina de ejercicio y dando cierre a mi año sabático en el cual, recorrí 14 países, me dije: es momento de hacer algo significativamente liberador en mí; recordé tantos relatos resilientes e inspiradores de mujeres que me han contado sus testimonios ,a través, de su trenzado o de su transición capilar y sentí un anhelo revolucionario, que sin duda me llevaría a una dimensión de plenitud que necesitaba (con urgencia)
Fue cuando decidí cortar mi cabello, no con un corte simple sino con uno absolutamente radical, desde entonces, soy muy feliz, me siento ligera, radiante y sin duda, eso es lo que transmito, no odiaba mi pelo liso y abundante (aclaro), solo quería un cambio y todo se conectó para lograrlo.
Es paradójico que paralelo a mi felicidad, algunas personas me digan “Ese pelo regado no me gusta, es mejor liso” “pero como fue que hiciste eso, ese pelo tan lindo y abundante y yo luchando con mis pocas mechitas” confieso que ha sido un curso de paciencia que me ha permitido comprender que las personas hablan desde sus necesidades o patrones impuestos para lograr aceptación social.
Ahora soy una ex – lisa agradecida y una actual – pelo regado – feliz, y no lo denomino rizado porque entiendo que mi historia con el liso se resiste a irse por completo, lo cual, también se vale, hace parte del proceso y no impide sentirme libre.
Lo relevante en cada transición que se viva, es lograr la plenitud, sin imponer nuestros procesos a otros, hay que respetar, si las rizadas quieren alisarse pueden hacerlo, si las lisas quieren ser rizadas también se vale, en cualquier sentido, el pelo tiene suficiente historia ancestral de poder, espiritualidad, magia e incidencia política, como para intentar limitarlo.
Que vivan todas las transiciones capilares, reivindicadoras y todas las formas de ser leales a nuestros anhelos, que nada nos aleje de la esencia – Sentipensante – que somos.
Soy felizmente – pelo regado – y cada mujer que hace un proceso de transición es un útero desmitificado digno de sincera admiración por haber elegido desmantelar los mitos. Una mujer que no teme pagar las consecuencias individuales y públicas que conlleva sostener sus propias máximas éticas. Es una auténtica subversiva de las ortodoxias.