Esta sentencia del médico oncólogo Siddhartha Mukherjee en una entrevista de 2024 coincide, en una de esas sincronías en el universo de las ciencias, con el inicio de la lectura de su libro El gen. Una historia personal, que me regaló el también médico oncólogo Dr. Freddy Osorio, en mi cumpleaños de 2017, y al cual le llegó su turno en la lista de todos los que tengo que leer. Feliz coincidencia que me pone en alerta con la actualidad científica.
Permítanme citar toda la sentencia. “Hemos llegado a un momento de nuestra historia en el que desconocer la genética es peligroso. Estamos empezando a crear tecnología que permite cambiar el genoma humano y debemos saber qué significa esa capacidad. El genoma es lo más fundamentalmente humano que poseemos, y ahora somos capaces de leerlo y sobreescribirlo. Quien no entienda qué permite hacer la tecnología genética y cómo debemos utilizarla, quedará fuera de la sociedad. Todo el mundo necesita saber genética. No hay otra opción”.
El hito más importante al que se ha llegado con el desarrollo de la investigación y de la tecnología es la capacidad de leer el genoma humano, secuenciarlo, determinar y localizar los genes que contiene y, en especial, la capacidad que tenemos de manipularlo de forma deliberada y controlada.
La sentencia es un llamado de atención para ver si se repite lo del Congreso de Asilomar en 1975 acerca del ADN recombinante, en el que la comunidad científica se reunió por primera vez para debatir sobre los posibles riesgos biológicos y la regulación de la biotecnología. Además de biólogos, abogados y físicos para acuerdos acerca de ese punto, se planteó la necesidad de hacerlo conocer de la opinión pública y se estableció una especie de “principio de precaución”.
El Doctor Mukherjee plantea la necesidad de un debate público en el que participen científicos, periodistas, políticos, pacientes; pero plantea que, para que éste sea efectivo, hay que aprender el vocabulario.
Ya yo empecé con este libro del oncólogo para ponerme en la fila de los que debemos aprender sobre genética, empezando por la historia, para recordar el año 1.856 cuando Gregor Mendel realizaba cruzamientos de guisantes que le sirvieron para formular las leyes fundamentales de la herencia, o Leyes de Mendel. Hoy, sirven para predecir enfermedades o para intentar acabar con la malaria cambiando la genética de los mosquitos.
El desarrollo de la tecnología supera con creces al de 1975, pero las leyes de la herencia se mantienen y los asuntos éticos están al orden del día para plantear la pregunta ineludible: ¿En manos de quién está la biotecnología?