En el norte de Colombia, en los departamentos del Cesar y la Guajira donde su economía es +50% dependiente de la minería del carbón, llegaron en aires de campaña para el congreso y la presidencia del país la política oportunista. Esta, en el discurso, le aseguraba a las comunidades que la industria del carbón en tres años se acababa porque el mundo no iba a necesitar más de este energético y las minas se tendrían que ir antes de tiempo generando la hecatombe económica en la región. Ponían como solución la transición energética que también se iba a convertir en una transición laboral por lo que los trabajadores de la minería pasarían a proyectos renovables. Claramente con esta consigna, los grandes colectivos de trabajadores de la industria se dejaron deleitar y apoyaron ir en contra de su propio sector laboral.

El gran problema es que esa reconversión laboral nunca ha llegado y contrario a todo discurso, los proyectos de energía “renovable” se han venido cayendo (sobre todo en la Guajira) y como cereza del pastel no contratan –ni cerca– la cantidad de personas que contrata la minería.

Como era de esperarse, nunca en la historia de la humanidad consumimos más carbón que en los últimos dos años. En el 2023, el consumo de carbón terminó siendo récord mundial con 8.530 millones de toneladas, y en 2024 nuevamente récord mundial con 8.770 millones de toneladas consumidas. Se estima, además, que seguirá subiendo con nuevos récords hasta 2027, pero en mi propio análisis seguirá subiendo, por lo menos, la siguiente década. Una razón ya la hemos explicado en una columna anterior: los renovables solo alcanzan a suplir el 7% de la nueva demanda anual en el mundo, por lo que el 93% restante de ese aumento de consumo que tenemos cada año, termina sí o sí supliéndose con combustibles fósiles, entre ellos el carbón como principal fuente para la producción de electricidad.

Además, el uso de nuevas tecnologías, producción en masa de equipos de todo tipo, incluyendo la fabricación de infraestructura y equipamiento solar o eólico, requieren de mucha energía para su cadena de producción, desde su explotación de la materia prima (minerales), la refinación, manufactura y transporte. Estos procesos, sobre todos los de la refinación (metalurgia-siderurgia), requieren de muchísima energía, así mismo, la manufactura. Hablar de tecnología es igual a hablar de mayor consumo energético y más del 30% de este consumo se suple con carbón y no por capricho.

Por lo pronto mi región (el Caribe colombiano) debe apalancarse hoy más que nunca del carbón, para conseguir los recursos necesarios de la reconversión laboral, económica y productiva, darles un manejo óptimo a estos dineros y dejar de pensar que es un delito nuestra actividad económica. Al contrario, debe ser un orgullo que con nuestro trabajo suplimos las necesidades energéticas del mundo y podemos, además, hacer nuestra transformación de territorio. Finalmente, debemos buscar líderes regionales y nacionales que sean capaces de poner a coexistir todos los sectores económicos por el bienestar de todos y no por el de sus ideales.

* Director Observatorio de Transición Energética del Caribe OTEC – Universidad Areandina

@amatzuluaga1