Si antes había incertidumbre con Gustavo Petro, después de lo ocurrido el fin de semana pasado, esta solo se agudizó aún más. La supuesta solución a la crisis diplomática con Estados Unidos dejó en evidencia un detalle clave: a Petro lo obligaron a llegar a una solución que a él no le gustaba. ¿Quién lo convenció? ¿Cómo lo hicieron? Ojalá supiéramos la receta, porque ahí está la clave para solucionar lo que seguramente vendrá.

¡Sus propios trinos lo delatan! Hablar de no arrodillarse ante un “esclavista blanco”, de “morir en su ley” o de convocar a la CELAC para enfrentar al “bully del norte” demuestra que en su mente se libraba una batalla épica. En ese momento, por fin se sintió el líder internacional que nunca ha sido en dos años y medio de gobierno. Un David contra Goliat. Pero la fantasía duró poco: 15 horas después, tuvo que agachar la cabeza y, tres días más tarde, su gran convocatoria en la CELAC fue un fracaso absoluto. Nadie acudió a su llamado.

El verdadero problema con Petro es su delirio de grandeza. Estuvo dispuesto a poner en riesgo a 50 millones de colombianos con sus impulsos mañaneros ¿Pensó en los caficultores, que exportaron 1.113 millones de dólares el año pasado y que habrían enfrentado aranceles del 25%? ¿O en los floricultores, que venden más de 1.013 millones de dólares y cuya industria podría colapsar sin el mercado estadounidense? Ni hablar de sus propios copartidarios y familiares, que habrían quedado vetados para ingresar a EE. UU. Pero claro, como a él no le gusta viajar a ese país, poco le habría importado.

Lo más preocupante no es lo que pasó, sino lo que puede pasar en el año y medio que le queda de mandato. Si Petro se convence de que la única forma de ser recordado es con una última bravuconada contra el “bully del barrio”, no dudará en hacerlo. Para Estados Unidos, Colombia es tan irrelevante que ni siquiera usan nuestro nombre correctamente; pero si Petro persiste en su obsesión, podríamos convertirnos en el conejillo de indias perfecto para que Trump demuestre al mundo que sí está dispuesto a todo con tal de imponer su visión global.

Las personas que lograron hacerle entrar en razón tienen una tarea enorme: convencerlo de que Estados Unidos es un aliado estratégico de Colombia, aunque él no lo vea así. Y si no pueden, entonces al menos que le quiten el acceso a Twitter, porque en esa red encontrará siempre a su némesis del norte, listo para responderle. Si no logran esto, entonces recemos para que la confrontación se queda en la retórica, porque si alguna de sus bravatas escala a la acción, corremos el riesgo de convertirnos en el ejemplo perfecto de lo que pasa cuando un país pequeño desafía al gigante equivocado.

@miguelVergaraC