Con ocasión a la reciente emisión en vivo del Consejo de ministros del presidente Petro es imposible no quedar desconcertado por la forma como se están llevando las riendas del país. La imagen refleja sin ambages un equipo desorientado y falto de compromiso.

Es inadmisible que, en un momento de extrema sensibilidad nacional, incluso con un estado de conmoción interior activo se exponga en vivo el desencuentro entre funcionarios que deberían trabajar en equipo, coordinados para el desarrollo del país.

El desorden es patente: reprimendas públicas, acusaciones de doble agenda y conductas poco profesionales que ponen en entredicho la capacidad de gestión de aquellos que ostentan cargos de responsabilidad. El grado de incumplimiento de las contabilizadas 195 promesas de Gobierno es una muestra clara de la ineficiencia y del desinterés por cumplir con las expectativas de la ciudadanía.

La designación de figuras controvertidas en cargos relevantes agrava aún más la situación, pues se percibe como un favoritismo que prioriza intereses personales y políticos sobre la profesionalidad y la transparencia. No podemos aceptar que, en plena crisis de legitimidad, se perpetúen prácticas que debilitan el aparato estatal y deterioran la imagen del gobierno ante la sociedad, inversionistas y extranjeros.

Se hace urgente un replanteamiento de las estrategias de liderazgo y coordinación. Urge recuperar la sobriedad en el manejo de la agenda nacional y reestablecer canales de comunicación efectivos entre las distintas carteras.

Es imperativo que el Gobierno se centre en resolver las problemáticas que afectan directamente a nuestras comunidades: la inseguridad, el abandono de territorios y la pérdida de soberanía en diversas regiones, sin desconocer la inmensidad de otras necesidades que agobian a jóvenes, empresarios, trabajadores, etc.

Por años, quienes hoy gobiernan reclamaron con vehemencia su derecho a llegar al poder, prometiendo una transformación profunda y el fin de las viejas prácticas políticas.

Sin embargo, una vez en la cúspide del Ejecutivo, han demostrado una alarmante falta de capacidad para gobernar con eficacia, orden y visión estratégica. La improvisación, la falta de cohesión y el desapego de la realidad han convertido su mandato en una cadena de desencuentros y crisis autoinfligidas.

Ante semejante desilusión, el péndulo electoral ya empieza a oscilar en sentido contrario, impulsado por un país que, cansado del caos y la retórica vacía, busca recuperar un rumbo constructivo y volver a una senda de estabilidad y prosperidad real.

@KeliPuche