Por primera vez en la historia de Colombia, se transmitió en vivo un consejo de ministros. La idea parecía innovadora y cercana a la ciudadanía, pues, se quería mostrar un gobierno transparente, dispuesto a rendir cuentas frente al país.

Sin embargo, lo que debía ser un ejercicio de gestión pública terminó convirtiéndose en una exhibición de conflictos internos e incluso, denuncias que poco tienen que ver con la eficiencia del gobierno del cambio.

La alocución, realizada desde la Casa de Nariño, tuvo al presidente Gustavo Petro como protagonista absoluto. Tomó el micrófono para hacer un balance de su administración y reclamarles a sus ministros por el incumplimiento de 146 compromisos de los 195 que se habían trazado.

No fue un ejercicio de reflexión interna, sino un regaño público. No solo de parte del presidente, sino de los mismos funcionarios a otros.

Durante cerca de dos horas, Petro no solo criticó a su equipo, sino que también hizo un recorrido histórico por la independencia, citó varias veces a García Márquez y trató de proyectar un discurso que, aunque elocuente, no logró desviar la atención del verdadero foco de la jornada: el caos dentro de su gabinete.

Lejos de ser un evento que demostrara coordinación y liderazgo, el consejo de ministros en vivo reveló fracturas profundas dentro del gobierno. No solo quedó en evidencia la falta de cumplimiento de los objetivos planteados, sino que lo que vimos, en cambio, fue un gobierno en el que la falta de cohesión es cada vez más notoria.

El gobierno de Petro se ha convertido en un fenómeno mediático, y no precisamente por sus logros. En un contexto global donde figuras como Donald Trump dominan la agenda con su constante exposición pública, la estrategia del presidente colombiano parece seguir un camino similar aun que lo critique: mantenerse en el ojo del huracán, ya sea por las disputas dentro de su administración o por los escándalos que rodean a su gobierno.

Lo cierto es que la política no se trata solo de grandes discursos ni de encuadres perfectos para la televisión. La ciudadanía espera resultados, no regaños en vivo, ni disputas internas transmitidas como si fueran un reality show.

Si el gobierno quiere realmente demostrar transparencia y eficacia, necesita menos espectáculo y más cumplimiento de sus promesas. De lo contrario, estas transmisiones se convertirán en una puesta en escena más de un gobierno que, hasta ahora, ha sido más mediático que efectivo.

@CancinoAbog