Una de las características de los circos es su carácter imprevisto. Hay trapecistas, equilibristas, contorsionistas, animales amaestrados, enanos, mimos, tragasables, hombres-bala, payasos, saltimbanquis, acróbatas, bufones, entre otros. Los que asisten a esos espectáculos saben que allí puede pasar cualquier cosa. Accidentes, buenas actuaciones, furia animal y sobre todo una buena o mala animación.
El circo es un espectáculo de hondas raíces históricas. Los griegos, los romanos, los árabes, las monarquías han tenido sus circos para animar y distraer a la gente. En la Inglaterra del siglo XIX, los espectáculos de los fenómenos “freak show” o personas raras eran sensación.
En los carnavales y ferias de pueblos siempre aparece el circo para distraer, para pensar en otra cosa. Se me vienen a la cabeza dos películas y una serie: la visión social de El Circo de Charles Chaplin (1928), la edulcorada El Gran Showman (2017) y la espeluznante American Horror Story: Freak Show (2014).
La llegada de la democracia y las dictaduras, sobre todo, estas últimas, pusieron los espectáculos populares en el centro de atención del pueblo. Estos iban acompañados de sus respectivos discursos.
Toda esta explicación es necesaria para entender el “circo” que le presentó al país el actual presidente Gustavo Petro al emitir su consejo de ministros del 4 de febrero que no solamente era ilegal porque no se puede transmitir ese acto conforme a la ley 63 de 1923 sino que al hacerlo mostró como actúa el circo nacional alrededor de la destrucción institucional a la que se comprometió con los suyos Petro al llegar al poder.
Ese 4 de febrero de 2025 pasará a la historia. Todos los colombianos fueron testigos del caos con el que se gobierna el país. Del largo consejo de ministros se extraen varios elementos.
El primero de ellos es que no hay ni dirección, ni gerencia en el manejo de los asuntos públicos. Petro no conoce los temas y no hay orden del día en esas sesiones. Lo que denotó en general ese consejo es que existe una realidad caótica de abandono prematuro del poder de Petro. En ese show nacional nadie discutió sobre el estado de excepción, ni el Catatumbo, ni las tarifas de energía y gas, ni el problema con los Estados Unidos.
Un segundo aspecto, tiene que ver con la atribución de responsabilidades. Según Petro nadie lo acata. 146 de 195 objetivos incumplidos en su gobierno demuestran que no hay seguimiento y cada cual va por donde le da la gana en ese gobierno.
Con Petro siempre debe partirse del hecho que cuando se produce “un daño o un escándalo” le echa la culpa a los otros y eso fue lo que ocurrió. El dueño y presentador del circo le echa la culpa a los tigres amaestrados de atacar al público o le hace juicio al elefante por haber destruido la carpa.
Un tercer punto fue el espectáculo de ver funcionarios de Petro como la ministra de Medio Ambiente, el ministro de Educación, la vicepresidenta, el director de Planeación Nacional, de Prosperidad Social, el efímero director del Dapre y el director de Protección cuestionando de forma virulenta y hasta con lágrimas al presidente por el nombramiento de Laura Sarabia en la cancillería y Armando Benedetti como jefe de Gabinete.
Lo sorprendente es que el cuestionamiento lo hacen cuando llevan más de 2 años y medio con esos mismos funcionarios ocupando múltiples cargos en el ejecutivo. Si tuvieran dignidad se irían.
No puedo dejar de mencionar al ministro de Defensa quejándose de la falta de gobierno por no poder retomar el Plateado (Cauca) como si fuera parte de otro gobierno o del torpe ministro de Minas que no sabía nada sobre su viceministro. En fin, desorientación, burla al pueblo y grandes nubarrones deja el lamentable espectáculo circense que da Gustavo Petro y su gobierno.
* Ex fiscal general de la Nación
* Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)