Hace 25 siglos hubo dos grandes guerras entre las más importantes ciudades del mundo griego. Tucídides nació durante la primera de las guerras del Peloponeso, como se las conoce. En la segunda Esparta y Atenas arrastraron a ella sus respectivas ligas de ciudades, lo que la hizo mucho más cruenta. En ésta Tucídides fue estratega ateniense y observador perspicaz.
Su narración enseñó a los herederos de la Grecia clásica a hacer historia, apegada a los hechos e interpretada a través de la conducta humana. Describió como la polarización aupada por la guerra era usufructuada por los demagogos, antecesores de los populistas de hoy, que terminaban como tiranos, anticipándose a los dictadores actuales.
En el reciente Hay Festival, la historiadora Anne Applebaum presentó su libro Autocracia S. A., como ha bautizado al conglomerado de la cleptocracia global. En él dilucida las características de la actual oleada antidemocrática en el mundo, una secuela de la polarización al finalizar la guerra fría del siglo pasado; y señala dos rasgos distintivos: el primero, su internacionalización, “se trata de una red de dictadores que se apoyan de muy diversas maneras aunque ideológica, religiosa y culturalmente tengan poco en común”.
Un ecléctico grupo liderado por Rusia, Corea del Norte, Venezuela, Irán y Cuba que incluye otra veintena de países. El segundo, “su determinación simple e implacable de acrecentar sin límite su riqueza y su poder”. “Los lazos que los unen no se cimientan en ideales sino en tratos, orientados a paliar sanciones, intercambiar tecnología de vigilancia y ayudarse mutuamente a enriquecerse.”
Empero, las similitudes resultan inevitables al releer las reflexiones de Tucídides: Sobre la corrupción: “estas asociaciones no se constituían con vistas al beneficio público y las garantías de recíproca fidelidad no se basaban en la ley sino en la transgresión perpetrada en común”. Sobre la justicia: “con una condena obtenida por un voto injusto, estaban prestos a dar satisfacción a la rivalidad del momento”.
Sobre la codicia: “La causa de todos esos males era el deseo inspirado por la ambición y la codicia”. Sobre la violencia contra la oposición: “Los corcireos asesinaron a sus conciudadanos; el cargo que les imputaban era de querer derrocar la democracia”, como en Venezuela. Sobre la inevitabilidad de esos horrores: “Calamidades que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma”. Un milenio antes Sinuhé, médico del faraón, repetía: “No hay nada nuevo bajo el sol”.