El desempleo juvenil continúa siendo uno de los principales desafíos para Barranquilla y su área metropolitana. Según los datos más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) para el periodo octubre-diciembre de 2024, el desempleo entre los jóvenes de 14 a 28 años aumentó del 16% al 23%, lo que representa un incremento de alrededor de siete puntos porcentuales.
Se estima que hay aproximadamente 53 mil jóvenes desempleados en la ciudad y su área metropolitana, lo que implica un aumento de 13 mil en comparación con el mismo periodo de 2023. Esta situación no solo es alarmante para los jóvenes afectados, sino que también genera serias consecuencias económicas.
El desempleo en etapas tempranas pone en riesgo la empleabilidad futura de los individuos. Además, la falta de ingresos en este grupo poblacional reduce la demanda en los sectores productivos, afectando el dinamismo de la economía local.
Asimismo, las inversiones en educación se ven comprometidas, lo que impacta el desarrollo social y económico de las generaciones venideras, y pone en jaque el crecimiento de la ciudad.
El desempleo juvenil no es solo consecuencia de factores económicos nacionales, sino también de una transformación estructural en los mercados laborales.
Los avances tecnológicos y la globalización han modificado de manera radical los sistemas productivos y financieros, generando un fenómeno de “destrucción creativa” en el que muchos empleos tradicionales desaparecen, pero surgen otros nuevos, con perfiles muy distintos.
El mercado de trabajo actual exige habilidades especializadas, con un énfasis creciente en conocimientos técnicos, habilidades sociales y flexibilidad para adaptarse a diversos roles dentro de los procesos productivos. Además, las formas de contratación se han flexibilizado, lo que aumenta la responsabilidad individual.
Sin embargo, este entorno resulta inalcanzable para muchos jóvenes, especialmente aquellos de sectores más vulnerables, debido a la creciente brecha entre las habilidades que poseen y las que demanda el mercado laboral.
El reto, entonces, es doble: por un lado, es fundamental contar con políticas públicas que fomenten la creación de empleo en todos los niveles y sectores; y por otro, resulta urgente implementar estrategias de formación y redistribución de oportunidades que rompan las dinámicas de desigualdad y exclusión.
Solo a través de una colaboración coordinada entre los principales agentes involucrados podremos hacer frente a esta crisis estructural y proporcionar a los jóvenes las herramientas necesarias para acceder a empleos.
* Directora Ejecutiva de Fundesarrollo
@Oriana Alvarez