Creo que todos estamos claros que hoy el país ya está importando gas para el consumo doméstico, algo en lo que éramos autosuficientes. Claramente esto no es una sorpresa, pues el país sabía que las reservas no alcanzarían para siempre y que los nuevos descubrimientos, sobre todo los de costa afuera, aún están inmaduros. Aunque, sí es importante recordar lo que decía la primera ministra de minas y energía del actual gobierno “tenemos garantizado la disponibilidad de gas hasta el 2042″ claramente bajo unos análisis supremamente erráticos y que las organizaciones profesionales del sector objetaron, pero todo quedó ahí. Como resultado el gobierno nunca respondió con la celeridad que requería el caso y hoy el gas importado sube el precio al consumidor final en porcentajes importantes.
Bajo estas nuevas condiciones, el país necesita explorar y operar sus yacimientos de manera ágil y técnica, dejando de lado las premisas ideológicas. Es decir, los territorios deben permitir y el gobierno garantizar la entrada de proyectos de importancia nacional, claramente bajo un debido proceso, pero no se pueden retrasar por caprichos de unos pocos, ni políticos, ni sociales.
Por esa razón hoy estoy de acuerdo con que la operación y logística del pozo Sirius 2, se haga desde Santa Marta y no desde la Guajira (aunque claramente, geográficamente esté más cerca a la Guajira). Antes que nada, quiero aclarar que soy Cesarense y muy cercano a la Guajira, territorio que quiero mucho, sin embargo, hoy cuenta con condiciones complejas para la ejecución de proyectos de gran envergadura, por eso, quiero decir varias verdades, que, aunque incómodas, hay que aceptarlas, aunque no nos gusten.
Para qué una empresa propone sus operaciones en la Guajira, si corre el riesgo de que le cierren vías, se le paren en las puertas a no dejar entrar ni salir a nadie exigiendo miles de cosas que extralimitan la capacidad de los proyectos. Si corre el riesgo que en las consultas previas, las comunidades exijan cosas exorbitantes, no se acuerde nada y se retrasen los proyectos o peor aún ahuyentan la inversión (como ya ha pasado con los proyectos eólicos y las grandes compañías que habían apostado por la Guajira). Si le retrasan o no le aprueban licencias ambientales y no hay garantías de la inversión de las compañías que finalmente termina en demandas contra el estado que al final pagamos todos los ciudadanos.
Me perdonan las críticas, pero el mercado es cambiante y exigente, no espera que la Guajira se decida, quien ponga las mejores condiciones gana (como toda la economía mundial). Si la Guajira quiere realmente ser competitiva, tiene que establecer parámetros, condiciones claras, garantías de inversión, poner de acuerdo a las comunidades étnicas, en pocas palabras tiene que volverse atractivo para la inversión, si no lo hacen, es un descaro exigir que las empresas tengan que ir a operar desde su territorio unas plataformas que están mar adentro, sabiendo que Santa Marta ofrece mejores condiciones jurídicas, sociales, logísticas y ambientales para trabajar.
* Director del Observatorio de Transición Energética del Caribe OTEC – Universidad Areandina
@amatzuluaga1