No es una novedad para nadie la anunciada alianza que se está gestando entre Donald Trump y Vladímir Putin, una unión que pone en entredicho toda la estructura de la sociedad internacional construida desde Occidente sobre la base de la consolidación de la paz, la seguridad internacional y la democracia. La posible intervención de Trump en la guerra entre Ucrania y Rusia no es un asunto menor; implica sacrificar el consenso occidental de trabajar conjuntamente por un orden global basado en el respeto de la soberanía de los Estados y en la seguridad colectiva frente a agresiones estatales, como la de Rusia contra Ucrania. Estos valores, que para muchos pueden parecer más ficción o filosofía que realidad, se han materializado en alianzas y organizaciones como la OTAN, la ONU, la Unión Europea, y en nuestra región, la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

En el nuevo orden global que propone Trump, quien se percibe a sí mismo como un líder todopoderoso, estas instituciones pierden relevancia y son reducidas en su discurso a meras organizaciones burocráticas que le cuestan más a Estados Unidos de lo que le aportan. La realidad es que, aunque estas organizaciones tienen mucho por mejorar para alcanzar sus objetivos —los cuales se ven recurrentemente frustrados ante el uso o la amenaza del uso de la violencia por parte de los Estados—, son el resultado de un momento histórico crucial: la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Estos eventos llevaron a los países a buscar nuevas estrategias y acuerdos para evitar una nueva guerra de estas dimensiones. Entre estos acuerdos, tal vez el más importante, y el que Rusia ha violado desde la anexión de la península de Crimea en 2014, es la prohibición del uso de la fuerza contra otro Estado.

Ahora, la propuesta que Trump pone sobre la mesa, sin incluir en este “diálogo” a la Unión Europea, exige que Kiev renuncie a la península de Crimea, al Donbás ocupado y a cualquier aspiración de integrarse en la OTAN. Un acuerdo que parecería redactado por Putin y en el que Ucrania pierde en todos los aspectos. El mayor temor de Zelenski se está convirtiendo en una realidad: una paz diseñada a la medida de Rusia, forjada en una negociación bilateral en la que Ucrania ni siquiera tiene participación y en la que la Unión Europea queda aislada, sin un aliado esencial como Estados Unidos.

La amnesia histórica está llevando a los países a olvidar por qué son importantes estos acuerdos y por qué se crearon bloques e instituciones para preservarlos. Tal vez esto se deba a que quienes lideran las naciones están muy lejos de la experiencia vivida por Roosevelt y Churchill, o porque, aun conociendo el nivel de devastación humana que estos hechos pueden provocar —y que ya están provocando—, prefieren un pragmatismo basado en el uso de la fuerza y el poder en lugar de la justicia y la paz.

Lo que suceda con Ucrania después de estos acuerdos será la puerta de entrada para muchas otras injusticias respaldadas por Trump y su grupo de fanáticos.

@tatidangond