En la historia reciente del país, ningún evento público del gobierno había causado tanto daño a su imagen como el consejo de ministros televisado. Lo que normalmente es una obra de teatro aburrida y cuidadosamente coreografiada, aquí se convirtió en un espacio de denuncia, insulto y traición. Mientras el desastre ocurría en vivo y directo, cientos de miles de personas sintonizaban sus televisores. En las redes sociales, se especulaba en tono de broma si los canales privados tendrían la oportunidad de ofertar por los derechos exclusivos de transmisión. Es probable que en sectores de izquierda se sienta una gran frustración: tras décadas de lucha por el poder, salir con este desastre. Cada vez es más evidente que el proyecto progresista será solo un fenómeno de un periodo presidencial, la única esperanza política será apoyar a un candidato en segunda vuelta para ver qué queda vivo.
No tengo claro si las denuncias sobre los vínculos del gobierno con alias Pitufo son ciertas o son un montaje para perjudicarse mutuamente, pero la situación no pinta nada bien. Las autoridades nos darán claridad sobre el asunto, pero la narrativa de superioridad moral que el Pacto Histórico utilizó en las últimas elecciones ya no estará presente. La exministra de Ambiente fue la que mejor expresó esta frustración, a pesar de creer en las ideas del gobierno, le resultó imposible continuar como funcionaria. Es el típico ejemplo de un gobierno que hace campaña con un discurso, pero gobierna con otro.
Independientemente de la óptica moralista sobre estos años de petrismo, es difícil argumentar electoralmente que lo que necesita Colombia es continuidad, cuando los retrocesos económicos son tan evidentes y el deterioro del orden público es profundo. Esto se vuelve especialmente crítico si se confirma el rumor del hueco fiscal, el cual podría superar los $50 billones, esta realidad solo ofrece decisiones políticamente difíciles. Un mensaje de más de lo mismo será perdedor, como lo ha demostrado la experiencia electoral de la última década, Colombia anhela un cambio. Si ese cambio es ideológico, si el país busca a alguien con más experiencia o quiere a un “outsider”, eso aún está por definirse.
Ante esta realidad, es difícil pensar que el Congreso apruebe alguna de las reformas propuestas por el gobierno, especialmente si ninguno de los ministros que las redactó está presente para defenderlas. Además, muchos de los colaboradores “moderados” que se “sacrificaron” en los ministerios para “moderar” el tono de gobierno están renunciando para aspirar a la presidencia o al Senado. Bien haría el Congreso si además de frenar estas reformas innecesarias, ejerce un mayor control político, que ha estado notablemente ausente durante este periodo.
Con el tiempo restante, es altamente improbable que se pueda construir un argumento de continuidad en la Casa de Nariño. También es difícil que nuestras cortes y fuerzas armadas apoyen cualquier intento de romper con la Constitución. Los tiros a tres bandas de suspender elecciones tampoco tienen cómo prosperar. El enfoque nacional será que esto acabe de la mejor manera posible, ayudar si hay esfuerzos de responsabilidad fiscal. Aunque las instituciones han salido lastimadas, ofrecieron el contrapeso correspondiente frente a los excesos. Colombia sí tiene futuro.
@SimonGaviria