La mediocridad ha sido la regla de este gobierno. Ha llegado al punto de no retorno. Los enfrentamientos entre sus miembros son costumbre. Muchos de ellos se han denunciado ante la justicia, todo esto frente a la pasividad del presidente Petro quien no acierta a tomar las riendas del país, gerenciar y liderar su proyecto.
Pero en medio de este ambiente circense que ya había descrito en esta columna no puedo dejar pasar el vergonzoso episodio que involucra al ministro de educación, Daniel Rojas. Es así como se informó por parte de la Universidad Nacional de Colombia que el señor Rojas había reprobado su tesis de maestría en Ciencias Económicas porque según los jurados " el documento presentaba debilidades en términos teóricos y de rigor conceptual, y las preguntas de los jurados no fueron contestadas satisfactoriamente por el estudiante”. Termina el comunicado diciendo " el documento no cumple con los requisitos propios de una Universidad de excelencia”. No olvidemos que el señor Rojas en su calidad de ministro hace parte del Consejo Superior Universitario de la misma Universidad Nacional.
En esencia, el comunicado de la universidad puede sintetizarse en que el ministro de educación no tuvo capacidad, ni entendimiento para hacer una tesis. Ante esto, debo decir que en mi larga trayectoria académica como jurado de tesis de grado, maestría y doctorado en universidades como el Externado, Andes y Paris II (Sorbona), difícilmente uno se encuentra en una situación de estas. Es inaudito pensar que ni siquiera tuvo la inteligencia para responder " satisfactoriamente” las preguntas que surgen de su tesis. Pero, si para rematar la faena, es el ministro de educación, todo se vuelve un chiste difícil de entender.
Pero más allá de la minusvalía intelectual del ministro de educación, quedó en evidencia la ramplonería del presidente Petro quien le quitó importancia a la reprobación de la tesis diciendo lo siguiente: " No se preocupe porque yo hice una maestría y ni tuve tiempo de presentar la tesis, así que usted va por delante de mí”.
No recuerdo la existencia de un episodio similar. Algunos defensores del ministro-estudiante en las redes sociales dicen que por lo menos no hizo fraude como otras personas. Hasta allá está llegando el debate. Los imbéciles discutiendo con los tramposos. Dos especímenes dañinos del ecosistema social.
Pero ¿ dónde quedó el mérito de miles de colombianos que hacen sus estudios, que se esfuerzan, que ganan sus becas, que no son viciosos, que no delinquen, que no se les llena la boca defendiendo criminales? ¿ dónde quedó la reivindicación del talento en Colombia?
No puedo terminar esta columna sin traer a colación una explicación del profesor y escritor Umberto Eco en su majestuoso libro El péndulo de Foucault (1988) sobre la necesidad social de distinguir a los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos.
Para Eco, “el cretino ni siquiera habla, babea, es espástico. Entra en la puerta giratoria por el lado opuesto (…)
Ser imbécil ya es más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso. Quiere hablar de lo que hay en el vaso, pero, esto por aquí, esto por allá, habla fuera. O si lo prefiere, es el que siempre mete la pata.
El estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por tanto ladran.
Al loco se le reconoce en seguida. No se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. El loco tiene una idea fija, y todo lo que encuentra le sirve para confirmarla”.
Estas distinciones son vitales para no perderse en los vericuetos de este gobierno. No queda de otra.
* Ex fiscal general de la Nación
* Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)