No se trata de una crítica, tampoco de un regaño. ¡Ni más faltaba! Solo es relatar lo que recogemos en la calle, en todos los rincones, en todas las actividades, en todos los estratos. Más que una censura, lo identificamos como un fastidio latente en la ciudadanía y sus espacios, pero al analizar el fenómeno encontramos mucho de lógica y verdad y, nosotros nos unimos a esos criterios decentes, altruistas que rompen paradigmas en una sociedad hastiada de crímenes, matanzas, masacres, robos, atracos, sobornos, extorsiones, estafas y lo que más preocupa: esa sensación generalizada de que desapareció la seguridad ciudadana.
Se trata de observar que los medios de comunicación escritos en el país son más prudentes en el espacio que dedican a la presentación diaria o semanal de delitos y violencia, destrucción de la paz y crímenes en general. Entre ellos EL HERALDO, por ejemplo, que trae entre veinte o treinta páginas, un espacio, el 10% más o menos solamente, un espacio dedicado a reseñar los delitos y casos judiciales y el estado de descomposición social en que andamos.
Pero esta prudencia no está sucediendo lamentablemente en la mayoría de los medios de transmisión oral como radioperiódicos que se extienden demasiado en la descripción morbosa de detalles del delito comentado. Es una forma de comunicación efectiva, pero hacen tanta entrevista y detalles sin valor. Por supuesto, no son todos los medios que existen y algunos más comedidos y otros que no lo son. Cuando escribimos este tema nos estamos apoyando en el respaldo que tenemos de varias décadas vinculado a columnas de opinión en diarios nacionales y 33 años de cátedra de periodismo universitario.
Dónde está el peor daño es en los noticieros de televisión. No todos por supuesto. Pero algunos son complacientemente morbosos en la extensión de la noticia y detalles del suceso. Por horas enteras y días a veces, repiten y repiten. El público se hastía, se aburre, los hogares se inundan de un ambiente de tensión, extraño. Eso opinan los psicólogos y sobre ello hay una observación dramática: millones de niños en el mundo viven pegados a los televisores, la hora de noticias todavía no los ha dormido y todo lo observan, lo asimilan, lo bueno, lo malo y lo feo. Preguntamos: ¿qué tan grande será el impacto en esas pequeñas vidas de tanta criminalidad? ¿No será que acostumbrarán para el futuro que aquello de lo observado es normal, es lo cotidiano, es lo de sin repudio y castigo? ¿Puede un niño distinguir dónde está la maldad de una masacre o que aquello en imágenes es parte de nuestra vida común y corriente? ¿Cuál es la responsabilidad de la prensa hablada y escrita del mundo ante la formación y educación de millones de criaturas que apenas se asoman a la vida?