Cada 8 de marzo es una oportunidad para reflexionar sobre la realidad de las mujeres en nuestra sociedad: sus luchas, sus logros y también las batallas perdidas, que no solo son suyas, sino el reflejo del fracaso de la sociedad entera. Más allá de la conmemoración, que no debería ser solo un día, es fundamental mirar de frente las dificultades que enfrentan día a día y reconocer cuánto falta por avanzar.
En el 2024, Colombia registró 745 feminicidios, según la Defensoría del Pueblo. Esta cifra representa un incremento alarmante en comparación con años anteriores. Por ejemplo, en 2023 se reportaron 525 casos, lo que indica un aumento significativo en solo un año. La violencia de género no solo afecta a las víctimas directas, sino que también impacta profundamente a sus familias y comunidades, generando traumas y perpetuando ciclos de violencia. No son solo números, son familias rotas, son niños creciendo sin sus mamás.
Y lo más indignante es que cada caso parece ser más atroz que el anterior. Apenas comienza 2025 y ya se han conocido historias que estremecen al país, como la de mujeres asesinadas por sus parejas a plena luz del día, o menores víctimas de violencia en sus propios hogares. ¿Hasta dónde vamos a permitir que esto siga pasando? ¿Hasta cuándo la solución será aumentar penas en los pocos casos que se judicializan y no resolver un problema que es estructural? El problema comienza mucho antes del delito: en la crianza, en la impunidad cotidiana, en la indiferencia social. Cómo vamos, solo seguiremos contando víctimas.
Sin embargo, en medio de esta terrible realidad, también hay motivos para la esperanza. La creciente movilización social y el activismo han llevado a avances significativos en la lucha por los derechos de las mujeres. Pero el cambio no depende solo del Estado. La igualdad empieza en lo cotidiano: en dejar de justificar actitudes machistas, en educar a los niños en el respeto, en no normalizar comentarios o chistes que perpetúan la violencia, en garantizar que las mujeres tengan las mismas oportunidades sin que se les cuestione por su género. Pequeñas acciones diarias pueden hacer una diferencia en la vida de muchas.
El 8 de marzo no es una fecha para conmemorar por protocolo; es un recordatorio de la deuda pendiente que tenemos como sociedad. Es un llamado a la acción para garantizar que las mujeres puedan vivir sin miedo y con las mismas oportunidades que los hombres. La esperanza radica en reconocer esta realidad y comprometernos, desde todos los ámbitos, a construir un país más justo y seguro para todas.
@CancinoAbog