Utilizo como referencia el artículo escrito hace 15 años cuando hablamos sobre el estado de la neurocirugía y sus implicaciones en la época. (ISSN: 0120-5498 • Medicina (Bogotá) Vol. 32 No. 2 (89) Págs. 148-159 • junio 2010). Recuerdo entre otras cosas que existían 1/137.000, el 60% estaba en las grandes ciudades y la educación del egresado la realizaba la Asociación Colombiana de Neurocirugía. Denunciábamos la crisis en la neurocirugía académica, la ausencia de guías y protocolos y con coherencia pedíamos no hacer un nuevo programa de posgrado. Quizá lo más sobresaliente era realizar la redistribución del recurso humano pues la concentración en las 4 grandes ciudades del país no era aconsejable. Pedíamos hace 15 años la conjunta y decidida intervención de los Ministerio de Educación y Protección Social la cual nunca obtuvimos.
Hoy tenemos 516 neurocirujanos registrados en Rethus y 11 servicios de Neurocirugía. En Bogotá hay 122 especialistas y en provincia 279.La proporción de estos de estos colegas no ha cambiado y calculamos que el 70% de los colegas ejercen en las 4 grandes ciudades. Debemos contar también con cerca de 100 especialistas que no están en la asociación pero que ejercen en el país. Dirían que la proporción es 0.80/100.000 habitantes y esta es aceptable en muchos sitios del mundo.
La distribución de los especialistas es parte de la crisis del país. La inseguridad y violencia los aparta de esos sitios donde podrían estar. Ausencia de educación continuada e ingresos que casi siempre llegan tarde. El recurso físico está empobrecido y su actividad se limitaría solo a procedimientos de urgencias y solo ocasionalmente cirugía de columna vertebral. Carecen esos hospitales de los recursos básicos y es excepcional conseguir, por ejemplo, una resonancia magnética que esté funcionando. ¿Cómo se le pide a este colega recién egresado que se quede en esos sitios?
Y aquellos que deciden establecerse en grandes ciudades pasan grandes dificultades. Habitualmente los cupos en los hospitales universitarios están llenos y no pueden entrar. Hay neurocirujanos empresarios que organizaron grupos y esta podría ser una solución. Sin embargo, llegar de segundo es un problema. Mal trabajo y mala paga. El salario que llega atrasado solo alcanza para sobrevivir. No hay tiempo para educación continuada y el colega apenas respira. De pronto alguien de un grupo se va y por Dios que suerte puede entrar. No hay tiempo para pensar y escribir sobre neurocirugía. Es una situación casi similar a quienes están ubicados en ciudades pequeñas.
Llegar a neurocirujano en el país es complicado. Cerca de 70 neurocirujanos en formación (hace 15 años 54) y en la inmensa mayoría de los posgrados se debe cancelar matrícula. Los precios son bastante altos y oscilan alrededor de 20 millones de pesos el semestre. Ha aumentado el número y sigue la escala alcista, ya les pagan algo. Muy pocos de ellos pueden viajar a hacer un Fellow en el exterior y cuando regresan no tienen trabajo. Algunos prefieren quedarse afuera. La práctica no es homogénea y cuando salen esos carpos están muy anquilosados. Si nos detenemos en los Fellow no existe en ningún servicio un programa preestablecido y el colega escoge el que está pensando. Muchos terminan en pequeñas ciudades después de esta inversión de tiempo y muchas veces dinero.
Cuando se ve la mortalidad en el mundo y para esto elegimos Gaza los muertos suman 63.426 en los primeros nueve meses, todos por lesiones traumáticas. ¿Hacía falta neurocirujanos? Tomamos Catatumbo y Chocó, cuántos muertos tenemos hoy llevamos solo un par de meses del conflicto. En Catatumbo se registraron 80 y en Chocó por derrumbes se registraron cerca de 33. Surge la pregunta necesaria: hay hospitales en esos sitios. Como esta. Que tal el recurso humano. Hay neurocirujanos. La salud pública en el país está afectada por los conflictos sociales y la violencia. Estos echan a los médicos y el recurso no está capacitado para atender a los enfermos. No es falta de neurocirujano, es la pobreza mental de la situación social.
No pretendemos inyectar oxitocina, pero una sociedad que no esté atenta a sus problemas tendrá un derrumbamiento académico y emocional. Un solo programa y distribución de los egresados es la prioridad.