Esta semana, un juicio volvió a ser viral, como de costumbre, pero no por el análisis de su contenido jurídico ni por la solidez de los argumentos presentados. En su lugar, las redes sociales y los medios se llenaron de imágenes que nada tenían que ver con la esencia del proceso, algunas incluso subidas de tono. Lo ocurrido no es un hecho aislado; es el reflejo de una preocupante falta de rigurosidad en la conducción del juicio y en la preparación de la prueba.
Ante la controversia, distintos sectores han salido a buscar culpables. Incluso, a personas que ni siquiera se investigan en ese radicado. Sin embargo, la responsabilidad recae directamente en quien lleva a cabo el interrogatorio del testigo en la audiencia, pues es quien dirige el testimonio y decide qué pruebas exhibir. Además, de que es quien debe preparar la prueba y tener listos los documentos, los audios y los videos que se expondrán. Es su deber preparar de manera minuciosa el material probatorio, filtrar la información irrelevante y evitar que elementos innecesarios o incluso perjudiciales para el desarrollo del juicio puedan distraer la atención de lo verdaderamente importante e incluso de la verdad.
La falta de conocimiento sobre los elementos materiales probatorios, sumada a una deficiente preparación de los intervinientes, queda en evidencia cuando en un juicio terminan expuestas imágenes o información que no fueron debidamente filtradas. Más preocupante aún es que, pese a estos errores, se sostenga ante la opinión pública que existen pruebas contundentes contra determinados ciudadanos, cuando la realidad muestra una falta de control y rigor en el manejo de la evidencia. Además, que no se asuma la responsabilidad, sino que se distraiga a la opinión pública con señalamientos de personas que no tienen que ver y que no hacen parte del proceso.
El juicio penal es un acto solemne que debe cumplir con estrictos protocolos procesales. Cada prueba que se introduce en el debate oral debe haber sido previamente decretada por el juez y debidamente soportada en la teoría del caso de quien la presenta. No es un espectáculo mediático ni una improvisación donde cualquier elemento pueda aparecer sin control. Lo ocurrido demuestra que incluso en un proceso formal como el juicio penal pueden colarse asuntos que desvían la atención y restan seriedad al debate.
No se trata solo de llevar pruebas a una audiencia, que además ven millones de colombianos, sino de hacerlo con el debido rigor, garantizando que la información expuesta sea pertinente y respetando el carácter solemne del proceso y que haya pasado el examen de un juez, de hecho las audiencias preparatorias son para eso. De lo contrario, el juicio se convierte en un circo mediático donde la justicia pierde protagonismo y la verdad queda sepultada entre la confusión, el chiste y el escándalo.
@CancinoAbog