¿Qué significa ‘¡Qué cine ni qué ocho cuartos!’? Emiliano Vengoechea, B/quilla
Esta locución se usa para manifestar enfáticamente desacuerdo, discrepancia, desautorización… En el ejemplo, la voz ‘cine’ es un comodín, es decir, una palabra que puede reemplazarse por otra. Los vocablos con esa connotación de ‘comodín’ son importantes, pues encarnan la primera negación que encierra la frase, y, de paso, acentúan la segunda negación, que siempre es ‘¡ni qué ocho cuartos!’. Al principio era ‘¡ni qué nada!’, pero con el tiempo evolucionó hasta ‘¡ni qué ocho cuartos!’, porque el cuarto era una moneda española de cobre usada entre los siglos 14 y 19, de muy exiguo valor, que, irónicamente, equivalía a ‘nada’.
En una discusión sostuve que la palabra ‘farto’ tiene que ver con ‘farsante’. Edilsa D. L., B/quilla
El Diccionario de americanismos, apunta ‘farto’ como propio de Panamá y del norte de Colombia, con el sentido de persona “presumida, engreída”. El Lexicón del valle de Upar, refiriéndose a la apariencia o al comportamiento, le añade los adjetivos “arrogante, orgulloso, petulante”. El Lexicón de colombianismos. dice que puede venir del participio latino fortus, del verbo farcio, farcire, una de cuyas acepciones es ‘ser farsante o mentiroso’, como lo es un ‘farto’.
¿Qué fue el grupo barcelonés la ‘Gauche Divine’? Carmen Del Rivero, Bogotá
Poco después de la muerte de Franco, ocurrida en noviembre de 1975, Madrid tuvo su célebre “Movida”, que duró hasta 1985. Pero años antes, Barcelona había tenido la suya, llamada la Gauche Divine, que reunía a intelectuales y hacedores de arte, que se decían de izquierda, y que, a diferencia de sus pares madrileños, eran de clase pudiente. Concurrían a ciertos bares y restaurantes, pero en 1966, en pleno oscurantismo franquista, el promotor cultural Oriol Regàs los aglutinó alrededor de la discoteca Bocaccio, “moderna y afrancesada”. En la Gauche Divine ser burgués era seductor; las mujeres se sentían libres, y su apariencia personal, de la mano de la minifalda, cobró importancia, pues, según una integrante del movimiento, y tal como sucede en nuestros días con la pianista china Yuja Wang, “hasta la cultura se volvió sexi”. Por ser en su mayoría jóvenes, sus miembros gustaban del baile y del licor, eran juerguistas y ruidosos, pero se enfrascaban en discusiones serias sobre política, arte y alta cultura. Del grupo hicieron parte figuras visibles del quehacer artístico, que con su intención estética revolucionaron la conciencia de una ciudad casi asfixiada, recién salida de un régimen vil.