Parthenope, escrita y dirigida por Paolo Sorrentino, es una reflexión profunda sobre la belleza, la ciudad de Nápoles y las puertas que la vida abre mediante la fascinación o la tragedia. Marcada por su nombre, que evoca a la sirena de la mitología griega fundadora de Nápoles, Parthenope (Celeste Dalla Porta) se entrelaza con su destino, y este presagio se convierte en el eje central de la película. Su apariencia no solo le otorga poder, sino que también la convierte en una figura volátil en un mundo cargado de contradicciones.

El relato comienza en 1950, cuando Parthenope nace, y sigue su evolución a lo largo de las décadas. La primera vez que la vemos, en 1968, surge del mar con un brillante bikini, símbolo de su atractivo, que atrae las miradas de quienes la rodean. En su juventud, mantiene una relación con su amigo Sandrino (Dario Aita), y con su hermano mayor, Raimondo (Daniele Rienzo), una conexión que roza lo incestuoso, marcando el inicio de las complejidades del núcleo familiar. Al mismo tiempo, la vemos estudiar antropología en la universidad, donde establece una relación intelectual con el profesor Devoto Marotta (Silvio Orlando), un hombre sabio que influirá profundamente en su desarrollo personal.

A lo largo de la cinta, Parthenope enfrenta tragedias familiares y sueños desvanecidos. Su incursión en la actuación se ve empañada por un encuentro desilusionante con dos actrices (Isabella Ferrari y Luisa Ranieri), quienes la hacen cuestionar su verdadero propósito en la vida. No obstante, es a través de una conversación con el escritor John Cheever (Gary Oldman), cuya obra le apasiona, como finalmente se siente comprendida más allá de su exterior. Cheever es quien introduce la idea de que la belleza, aunque poderosa, puede ser tanto una bendición como una maldición.

La película explora una serie de temas complejos, tales como el arte, la religión y la política, todos abordados en el contexto de la Italia que Sorrentino suele retratar: una nación atrapada entre contradicciones, con una geografía única y unos líderes corruptos. Es un reflejo de una sociedad dividida entre lo sagrado y lo profano, donde la estética se convierte en un punto de fricción.

A través del relato, seguimos la transformación de Parthenope en diversas etapas de su vida, con la belleza como metáfora de sus dilemas internos y los de Nápoles. Aunque en ciertos momentos la película puede parecer superficial debido a su brillante estética —con paisajes fascinantes, vestuarios lujosos y personajes que parecen sacados de una revista de moda—, no deja de ofrecernos maravillosas viñetas que invitan a la reflexión.

@GiselaSavdie