Meditar, hacer ejercicio, reír, bailar, ser solidario, perdonar, cumplir metas, etc., son algunas acciones que, según la investigación científica, activan de manera natural las “hormonas de la alegría”: serotonina, endorfina, dopamina y oxitocina, que resultan claves, entre otros aspectos, en la regulación de nuestro estado de ánimo, brindándonos sensaciones positivas. Con motivo de la celebración, el 20 de marzo, del Día de la Felicidad, instituido por la ONU para reconocer la relevancia de este estado en el bienestar humano, quiero referirme a un aspecto fundamental para la felicidad duradera, que trasciende los años y se puede extender toda la vida: las relaciones interpersonales, muy especialmente, la amistad que nace y permanece sin mediar intereses.
La amistad, definida como una conexión, una afinidad o, incluso, un valor primordial, nos procura alegría, nos permite sentirnos acompañados y apoyados, nos alivia en los momentos más difíciles, nos impele a asumir desafíos provechosos o fructíferos, entre otras situaciones favorables, lo que, por supuesto, redunda directamente en nuestra felicidad y bienestar.
Sostener buenas relaciones es considerado por el Estudio de Harvard sobre el Desarrollo de los Adultos, iniciado en 1938, la investigación más longeva sobre bienestar en esta etapa de la vida, como promotor de salud mental y física.
Según su director, el psiquiatra Robert Waldinger, tener vínculos fuertes y cercanos con otras personas no solamente nos hace felices, sino que también nos mantiene sanos. Por el contrario, suele ocurrir que la gente solitaria que vive aislada de la sociedad desarrolla enfermedades fruto del envejecimiento prematuro y, además, vive menos que quienes no están solos y mantienen relaciones sociales sólidas. “Todo el mundo necesita, por lo menos, una o dos relaciones seguras, dos relaciones de apego seguro, por así decirlo”, explica Waldinger.
Las amistades más beneficiosas tienen raíces sentimentales profundas, son desinteresadas, consejeras, brindan atención, compañía y estimación, sobrepasan el tiempo y, aun cuando no se mantenga con ellas una conversación diaria, permanecen incólumes, con un afecto a prueba de cualquier distancia o adversidad; son definitivas para una buena vida pues, así como son fuente de felicidad, está comprobado que impactan en la reducción de las probabilidades de enfermedades. Los invito a cultivar y gozar esas amistades erigidas desde la niñez, la etapa estudiantil o que, por fortuna, encontramos en otro entorno, cuya valía hemos comprobado que es inestimable.
@Rector_Unisimon