Con ocasión del cumpleaños de Barranquilla el pasado 7 de abril, hubo muchas felicitaciones merecidas y EL HERALDO se destacó por la edición dominical estupenda donde resaltó lo que es nuestra ciudad en todos sus aspectos, positiva, prometedora, avasallante en la conquista de nuevos ideales y metas. Se ha mostrado a nuestra ciudad como adalid del progreso moderno alcanzando metas formidables en modernidad técnica, urbanismo, educación, comercio y turismo.

Pero pensamos nosotros hoy que no debemos cerrar los ojos totalmente y aún tenemos algunos aspectos que mejorar, corregir o combatir, para que la urbe no quede muy moderna en algunos aspectos y muy retrasada en otras realidades con urgente necesidad de corregir. No se trata aquí de ser pesimistas o de agriar la fiesta, no, es un nuevo intento, otro más, de aterrizar sobre lo que vivimos a diario porque eternamente no podemos mantenernos en lo maravilloso e ideal.

Una realidad absurda hasta el delirio que afecta parcialmente el tráfico automotor de la ciudad y desesperante, es la pésima costumbre muy antigua de que los buses, el transporte de pasajeros en varias empresas especializadas, de detenerse en cualquier momento o sitio de las calles y avenidas, donde aparece un peticionario para embarcarse o un pasajero que se encuentra dentro del bus y solicita descender. Es decir el conductor detiene el autobús en cualquier sitio, hasta dos o tres veces por cuadra, para recibir uno o varios pasajeros nuevos o permitir el descenso que viene en el trayecto.

Estamos hablando que no se utilizan prácticamente los “paraderos” con techo liviano para recoger o dejar usuarios. Y esto en el caótico tráfico de la ciudad, ese detenerse del autobús a mitad de cuadra hasta dos o tres veces, contribuye enormemente, de una manera tenaz a la congestión y el desorden del tránsito en general. Esto en todos los barrios, a toda hora, sin distinción. Es una costumbre, una pésima tradición que casi no se observa en ninguna ciudad que se respete y pretenda organización alta.

Será muy difícil corregir este enredo. Porque los policías encargados ya forman parte del proceso de deterioro. Si aparecen porque ya la ciudad no los ve por ninguna parte, si acaso por ahí en alguna esquina conversando casi secretamente con el conductor detenido. Y si no aparecen, ya habitual en calles estrechas congestionadas los trancones son para filmarlos para la historia. Este aspecto de la ciudad es uno de los frecuentes comentarios negativos de los visitantes y el mismo mayor del caos que diariamente soportamos los ciudadanos habituales de toda clase de vehículos distintos a los autobuses colectivos.