Una de las cosas más interesantes que pueden sucederle a un columnista es comprobar que lo que escribe logra algún alcance y motiva repercusiones. Luego de exponer la semana pasada varias inquietudes sobre el tortuoso desarrollo del proyecto de la Gran Vía, en su unidad funcional número dos (UF2), tuve la oportunidad de recibir información adicional y algunas explicaciones que permiten entender mejor las dificultades que enfrenta. Diferentes fuentes contribuyeron a brindar algo de luz entre tanta penumbra.

En primer lugar, una aclaración válida: si bien los recursos para la construcción de la UF2 fueron gestionados por la Gobernación del Atlántico y provienen del Sistema General de Regalías, la administración del contrato está a cargo de Edubar, una decisión que se tomó durante la administración anterior y que no replicó lo que se implementó en el primer tramo —la UF1— que fue administrado por la Gobernación. La columna anterior no ofrecía esa claridad y podría suscitar confusiones.

Los atrasos de la UF2 tienen causas diversas, como suele suceder en este tipo de obras públicas. Quizá la más llamativa tiene que ver con las imprecisiones que se han venido encontrando con los diseños que fueron base de la licitación. Al día de hoy, con la construcción en marcha, no todos los diseños están listos, siendo el faltante más notorio el correspondiente al puente peatonal que se debe levantar en cercanías de la Universidad Libre, aún por entregar. Asimismo, aparentemente los diseños estructurales del deprimido en el sector de Le Champ apenas se definieron en diciembre del año pasado.

Por otro lado, tal parece que el contratista también ha contribuido al atraso mediante un ritmo de ejecución por debajo de lo esperado, con demoras en la entrega de las actas de avance. Eso, sumado al proceso de la adquisición de algunos de los predios, ya solucionada, termina de configurar el escenario que nos tiene en el punto en el que estamos. Para cualquier persona resultará sencillo comprender que esos inconvenientes minan cualquier intención de terminar a tiempo: si todo marcha bien y no hay más contratiempos, la Gran Vía podría entregarse definitivamente durante el primer trimestre del 2026, con un año y medio de atraso.

Lo anteriormente expuesto es una relación informal de datos y opiniones, que no pretende resolver los vacíos de información pública que el proyecto padece. Deben ser los verdaderos responsables quienes expliquen lo que sucede con la transparencia necesaria. Esperamos que así lo entiendan y puedan cesar las especulaciones.

moreno.slagter@yahoo.com