El presidente Gustavo Petro ha ejercido tan mal su mandato, que ahora todo el mundo quiere ser presidente. Ya van como 37 candidatos con ganas de ser inquilinos en la Casa de Nariño a partir del 7 de agosto del 2026.
A propósito del tema, esta semana un predilecto amigo nos envió al chat del grupo el siguiente irónico mensaje: “Otro candidato más, y de una vez les advierto que estoy evaluando lanzarme también porque no voy a hacer el único pendejo de la cuadra en la que vivo en Bogotá, que no tiene un excandidato presidencial en su familia”. Comparto plenamente la indignación y aspiración de nuestro amigo.
Pues a mí me pasó algo parecido. Con tanta proliferación de candidatos presidenciales, terminé soñando que varios dirigentes costeños me habían pedido lanzarme a la presidencia de la República en representación de la Región Caribe. En medio del sueño, veía que la proclamación de mi candidatura era en la Plaza de la Paz, de Barranquilla, donde precisamente Petro lanzó su candidatura en septiembre de 2021. Allí, en medio de una multitud de más de 15.000 personas procedentes de los siete departamentos de la Región Caribe, expresé lo que sería mi plan de gobierno de llegar a ser elegido presidente de Colombia.
En mi sueño, y perdonen la redundancia, soñé que un día después de mi posesión, ordenaba al comandante de las fuerzas militares trasladar a los 172.000 efectivos del ejército a recuperar el control y la seguridad de las zonas rurales que el gobierno Petro dejó en manos de los diferentes grupos subversivos. Al comandante de la Policía le ordenaba sacar a las calles de las ciudades y municipios a los 157.000 efectivos para combatir a las bandas criminales. Ese sería el presupuesto de la Nación, mejor invertido.
También soñaba con que conformaba un equipo asesor de economistas de mucha experiencia para que, junto al ministro de Hacienda y Crédito Público, diseñáramos e implementáramos un plan de choque para la reactivación de la economía que Petro dejaba en sala de cuidados intensivos. En ese plan, se contempló presentar una reforma tributaria con rebajas fiscales a los principales sectores productivos, con el fin de generar crecimiento, elevar la recaudación y tener más gente trabajando. Para equilibrar la regla fiscal, ordenamos una cirugía de liposucción a la grasa burocrática de las tres ramas del poder y un reperfilamiento de la deuda externa.
En materia de inversión en infraestructura, soñé que hacía el cierre financiero con fondos extranjeros para ejecutar la construcción de los 1.497 km de la transversal del corredor Pacífico-Orinoquía que une a Puerto Carreño con Buenaventura; realizar el dragado para la navegabilidad de los ríos Magdalena y Meta; terminar la línea férrea desde La Dorada a Santa Marta y la terminación de las dobles calzadas a los puertos de Barranquilla, Santa Marta, Cartagena y La Guajira.
Al final del sueño, ordenaba a los ministros de Agricultura y de Ambiente incentivar las zonas de producción agroindustrial, construir distritos de riego y sustituir las 250.000 ha de coca con plantaciones forestales mediante venta anticipada de bonos de carbono. Qué fácil es soñar y qué fácil es ser buen presidente de Colombia.
@indadangond