“Cuando corrí a ver la ‘tángana’ que había en la calle me di un ‘tanganazo’ con la mesa”. ¿Hay cacofonía en esta frase? Elver, B/quilla

No considero que haya cacofonía, sino que, más bien, es un juego de palabras, que destaca una acción inicial y su secuela en alguien ajeno y curioso. ‘Tanganazo’ deriva de ‘tángana’, es decir, las dos palabras se relacionan, pero son independientes. ‘Tángana’ es un ruido considerable, un alboroto, un escándalo, una pelotera violenta en un escenario o en la calle, incluso, con heridos.

Por su parte, ‘tanganazo’ puede ser un golpe ocasionado por la curiosidad que genera una ‘tángana’, pero, aparte de eso, también puede ser un golpe fortuito, fuerte y notable. Un ‘tanganazo’ puede ser también el ‘trancazo’ que alguien experimenta durante una ruptura amorosa o ante la muerte de un ser querido o de un amigo.

¿Por qué muchos, incluido Gerald Martin, biógrafo autorizado de García Márquez, dicen ‘premio /Nobél/’, pero muchos otros dicen ‘/premio Nóbel/’? Mario Obando, s. i.

Este es un ejemplo de cómo el habla diaria modela la lengua, pues en este caso, en español, antes de que fuera frecuente la expresión ‘Nobel’ como referencia al premio, desde hacía tiempos existía el vocablo ‘novel’, de uso masivo, cuya pronunciación es llana (/nóvel/), y se refiere a alguien novato y sin experiencia. Entonces, por grafía y fonética semejantes fue muy fácil empezar a decir ‘premio /Nóbel/’.

Pero en sueco existe el apellido Nobel, que se escribe con ‘b’ y se pronuncia /nobél/, tal como puede comprobarse en cualquier página web especializada en pronunciaciones en distintos idiomas. Dice el Diccionario panhispánico de dudas: “En su lengua de origen, el sueco, es palabra aguda (/nobél/), y así se recomienda pronunciarla en español, a pesar de que la pronunciación llana (/nóbel/) está muy extendida, incluso entre personas cultas”.

Nota: La semana pasada dije que la sigla OK en el nombre del icónico edificio OK Gómez Plata, de Barranquilla, correspondía a unas cápsulas para el dolor de cabeza, que José Gómez Plata, santandereano acomodado, asentado por estos lares, elaboraba en su laboratorio.

Pues bien, un lector de apellido Plata me cuenta lo siguiente: “Nuestro abuelo, José Plata Díaz, tenía un humor irónico que ocultaba detrás de un rostro muy adusto. Una vez, caminando por el centro, cerca del imponente edificio OK Gómez Plata, un amigo lo abordó y le preguntó: ‘Don José, usted es de los de OK Gómez Plata, ¿cierto?’. A lo que el viejo respondió: ‘No, mijito, gracias. ¡Ojalá! Yo soy de los del dolor de cabeza’ “.

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