La política arancelaria proteccionista de Donald Trump puede ser el error de política pública más monumental de los últimos 90 años. Su propuesta consiste en imponer un arancel general del 10% a todas las importaciones y, en los casos en que EEUU registre un déficit comercial, aplicar una sobretasa adicional. Se trata de una guerra comercial basada en la idea imaginaria de que EEUU es una víctima. Ya que, por muchos años Colombia ha tenido un déficit comercial con EEUU, podríamos aprovechar el menor arancel relativo para atraer inversión. Navegar las aguas turbulentas del cambio estructural en el comercio global para atraer inversión y fortalecer nuestra competitividad.

Estados Unidos es nuestro principal mercado, destino del 27% de nuestras exportaciones. Aunque nuestras ventas están concentradas en combustibles y productos agrícolas, el efecto dominó de una guerra comercial impactará sectores no vinculados al comercio internacional. A pesar de la animadversión personal entre nuestros mandatarios, este es el momento de acercar más a Colombia a EEUU, no de alejarnos.

En primer lugar, si Estados Unidos cierra sus puertas a productos asiáticos, empezará a buscar alternativas más cercanas. Nuestra proximidad geográfica sumada a los tratados de libre comercio vigentes, facilita el traslado de cadenas productivas a países más cercanos al consumidor final. Esto podría convertirnos en un socio estratégico en sectores como confecciones, agroindustria y manufactura ligera. En el caso del café, la ventaja es evidente, ya que, a nuestra principal competencia, Vietnam, se le impuso un arancel del 46% y, al otro competidor, Indonesia, del 32%.

Colombia podría capitalizar esta oportunidad si ajusta sus políticas de competitividad. Un primer paso sería nombrar un Min Comercio. Alguien debería estar mapeando los sectores en los que podríamos utilizar las ventajas arancelarias para exportar a EEUU. Claro hay mucho por hacer: reducir costos logísticos –actualmente un 15% más altos que el promedio regional–, mejorar la infraestructura portuaria y eliminar la tramitología que obstaculiza el comercio. Hay que posicionarnos como el aliado natural para suplir la demanda estadounidense desplazada desde Asia y que ni EEUU ni México pueden cubrir.

Además, este nuevo escenario debe llevarnos a replantear nuestra matriz exportadora. El 75% de las ventas al exterior siguen siendo materias primas, pero existe chance de mejorar, mientras EEUU habla de producción local, cadenas cortas y soberanía industrial. Adquirir el conocimiento para exportar valor agregado puede ser una posibilidad.

No podemos ser ingenuos: un Estados Unidos más proteccionista traerá volatilidad en los mercados financieros, presión sobre nuestra moneda y una posible contracción del comercio global. Sin embargo, si algo nos ha enseñado la historia económica reciente, es que las disrupciones globales generan ventanas de oportunidad para los países que logran leer la coyuntura y adaptarse con agilidad.

Colombia no puede cambiar la política comercial de Estados Unidos, pero sí decidir si quiere ser víctima o protagonista en esta nueva dinámica global. Trump ya subió los aranceles. La pregunta es: ¿estaremos listos para ocupar el espacio que otros dejarán libre? Por ahora, la respuesta de dejar de comprar aviones F-16 es tan estúpida que amerita su propia columna.

@SimonGaviria