Alguien dijo: “Lo bien que iba Colombia y llegó Petro y se la tiró”. Afirmación que no es cierta porque, siendo verdad lo malo de su gobierno, también es un hecho que para 2022 fallaban demasiadas cosas en el país, por lo que a Petro lo eligió el voto de castigo a los jefes políticos de los gobiernos anteriores.

En salud, los colombianos también somos víctimas de las decisiones no tomadas o erradas del actual gobierno. Y de las fallas de la Ley 100 de 1993 y otras realidades, incluida la escasez de recursos para todo que nos impone el muy mediocre capitalismo colombiano, dado que, por habitante, creamos solo siete mil dólares de riqueza y disponemos de escasos 450 dólares para salud.

De otra parte, en mis años en el senado, en varios debates, denuncié corruptelas y despilfarros de las EPS, precios exagerados de medicamentos por fraudes o por patentes, ganancias de monopolio desmedidas y otros males. Inclusive, ¡denuncié que la Superintendencia de Salud sancionó a catorce EPS que fueron capaces de cobrar dos veces el mismo servicio!

Y no ha existido una robusta política contra los abusos y la corrupción y son conocidas las malas condiciones laborales de los trabajadores de la salud y las notables carencias de la red pública hospitalaria.

En el ocaso del gobierno de Petro, la salud sigue igual o peor que antes. Empezando porque, por su conocido infantilismo, intentó una reforma en el Congreso sin tener los votos suficientes para aprobarla. Ha cometido errores tan crasos como la reforma a la salud del magisterio y no aumentar lo debido el valor de la UPC, imponiendo que se empeore la atención a la ciudadanía. Y la salud no se ha salvado de la corrupción de los últimos años ni del famoso y hueco bla, bla, bla presidencial.

Los colombianos debemos seguir reclamándole al gobierno y, a la par, empezar diálogos democráticos en pos de un amplio acuerdo sobre la reforma deseable y posible de la salud del futuro. A partir de no estatizar el sector ni acabar con las EPS, pero sí controlarles sus utilidades y la mejoría del servicio. Y, por supuesto, acordarnos en mejorar el servicio de las IPS públicas y privadas.

Siempre orientados por lo mejor para los colombianos y en reducir costos para poder avanzar en la calidad del servicio. Sin renunciar a la economía de mercado, deben estudiarse casos de éxito como los de la Fundación Cardiovascular y la EPS Salud Mía en Bucaramanga y los de otras clínicas e instituciones que decidieron operar sin ánimo de lucro y que, voluntariamente, permutan su derecho a utilidades por una mejor atención a la ciudadanía.

Momento de escuchar la voz del cardenal Luis José Rueda Aparicio, quien explicó que “la salud no se puede someter exclusivamente a la lógica del mercado”, porque también hay una responsabilidad social que atender.

O se encuentran salidas en direcciones como estas o se seguirá imponiendo el ya conocido Estilo Petro –el “Petro’s Style”–, que consiste en someter el gasto en salud a su conocida tendencia de costos crecientes y a la escasez de recursos, imponiéndonos, con distintas argucias, el recorte de los derechos ciudadanos, política que ya padecemos 50 millones de colombianos.

@JERobledo