Al Juniorismo se le olvidó perder y, la derrota ante el Pereira, cayó como una centella de media noche. Es que la única derrota del equipo de Farías, aconteció en casa en la sexta fecha ante Envigado. Después, ganó seis y empató dos partidos.

Lo digo porque, previendo un nuevo partido sin derrota, la caída ante los pereiranos, con el gol de Carlos Darwin Quintero un poco antes que terminara el primer tiempo, el planteamiento de Farías con tres en el fondo, o cinco con marcadores laterales, o un 5-4 cuando defendía y las pocas llegadas a la puerta de Ichazo, hicieron recordar, a todos, que en el fútbol se gana, se empata o se pierde.

A partir de aquella derrota sorpresiva ante Envigado, Junior se ha consolidado como un equipo confiable. Tanto la nómina inicialista, como la de relevo, encontraron un nivel parecido, cosa que ha garantizado que el juego del equipo, con titulares o con los que llegan del banco, no se desmejore como acontecía antes.

El partido ante Pereira fue de mucha presión por la rivalidad de los técnicos, de mucho desgaste por el mal estado de la cancha, por el montaje del juego de Farías y porque, esta vez, los que llegaron del banco no fueron el revulsivo esperado.

Junior encontró a un Pereira que, talvez, Farías esperó con un Dudamel jugando con tres defensores en el fondo e intentó el juego del “espejo” (mismo posicionamiento de jugadores de parte y parte en la cancha), cosa que, en eso, Dudamel pudo haberlo sorprendido jugando con cuatro, y el gol que recibió, cuando finalizaba el primer tiempo, son de esos hechos que te envían al camerino con sólo quince minutos para pensar, cambiar o sostener.

Y nada, de lo que intentó Farías, salió. Los cambios tampoco solucionaron, y se perdió 1-0. Y sin más vueltas, que esto es fútbol…