Lamentablemente y a pesar de los fatídicos ejemplos que hay en otras latitudes, muchos colombianos no ocultan sus veleidades y devaneos con la izquierda y el modelo socialista. Una ideología caduca y manida, cuya única carta de presentación es la ruina, la pobreza y la represión.

Es fácil acabar con el hambre cuando se mata de inanición a los comensales: esa parece ser la máxima de los tiranos “zurdos”, que han desgraciado todo a su paso. Destruir el aparato productivo y desaparecer a la clase media hace parte del decálogo de aquellos malhadados, que ven en el caos una forma inmejorable de llegar al poder y de perpetuarse en él.

En medio de lo malo, siempre surge algo bueno, y esta cuarentena que nos mantiene confinados no ha sido la excepción: sin proponérnoslo, hemos sido protagonistas de un “experimento socialista”, pues la limitación de las libertades, el ahogo de la economía y los empresarios y el poder omnímodo que por estos días ostenta el Estado es lo más parecido a un régimen antidemocrático de esa laya. No hay mal que por bien no venga, así que ojalá esta experiencia haga reflexionar a esos colombianos que siguen viendo en Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales, los Kitchener, y demás hierbas del pantano paradigmas dignos de imitar.

Hemos estado rodeados de todo lo que veíamos en noticieros y que pasaba solo en Cuba o Venezuela: la pandemia y el despiporre financiero que se empieza a hacer latente son un espejo en el que se refleja una economía detenida que puede llevar a la miseria a millones, aparejada con la consecuente hambruna; una tragedia que arrincona a padres que no tienen como alimentar a sus hijos, un verdadero drama que tiene a millones de seres humanos encerrados en casa rumiando de impotencia por el desespero de no poder ser productivos, de no generar nada, de sobrevivir sin esperanza y futuro.

De esta coyuntura apocalíptica saldremos adelante, porque tenemos una democracia sólida, pese a sus falencias innegables; pero, sin duda alguna, el impulso más potente para superar la crisis que nos aqueja, es nuestra propia gente: luchadora, emprendedora y valiente, que no se arredra frente a la tormenta y que hace del miedo un motor de vuelo.

A la hora de ir a las urnas, que nadie olvide el infierno vivido: se trata de una muestra “gratuita” de lo que traen los gobiernos socialistas, especializados en destruir y carcomer, para eternizarse en el poder, cabalgando sobre los hombros de las miserias sociales que ellos mismos crean, buscando esclavizar al pueblo. Como el enemigo silencioso que hoy nos acecha, la izquierda, como siempre, infecta, contamina y termina matando.

Las cosas hay que decirlas como son: es incoherente repudiar, maldecir y odiar el coronavirus, al tiempo que comulgar con el comunismo, en tanto que ambos llevan al aislamiento social, el racionamiento, la escasez, la improductividad, el desempleo y, por consiguiente, a la quiebra. Dicho de otra forma: el socialismo es al desarrollo lo que el COVID-19 a la salud, con la diferencia de que para lo primero nunca habrá vacuna, pues la estupidez no tiene cura.

La ñapa I: Muy bien por el fiscal, el contralor y el procurador: han desempeñado una gran labor en las regiones defendiendo los recursos públicos de las “uñitas” de tanto funcionario que hace de la política y la tragedia un negocio. Por favor, no se olviden de Bogotá: ¡en la capital la alcaldesa y sus socios se están despachando contratos multimillonarios, que requieren de una auditoría especial!, pues es sabido que es el pago de favores lo que ha determinado su asignación, y no el bien común como debería ser.

La ñapa II: Los representantes a la cámara de izquierda María José Pizarro, Katherine Miranda, Inti Asprilla, David Racero y León Fredy Muñoz, este último de las Farc y procesado por narcotráfico, irrumpieron en el Congreso cual bandoleros. En marcha las respectivas denuncias y quejas disciplinarias.

@DELAESPRIELLAE